Inteligencia para concebir, coraje para querer, poder para forzar

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Revista laica para la reflexión y la agitación política republicana

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Un texto feminista para comenzar el año

16/01/2024

– ” Juana ¿Qué tal si escribes sobre feminismo?”

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Una nube de cansancio aparece sobre mi cabeza al recibir la propuesta. Analizo la nube. Llevo tiempo en silencio, alejada de debates partidistas, agotada de egos y de críticas paternalistas, agotada del así no vais bien, del ya te explico yo lo que tenéis que hacer, del qué os pasa, del, mira, vuestro problema es que…, y especialmente agotada del manual feminista de la buena feminista; de andar como pidiendo permiso todo el rato, como justificando una y otra vez, como si no nos sobrasen los motivos. Ser buenas, portarnos bien y al mismo tiempo desobedecer y cuestionar, eso sí, sin molestar demasiado. Cansancio. Nos pasa que estamos hasta el moño. Pero sí, hablemos de feminismo, a ser posible cada día.

Comenzar el año con un texto feminista, por dónde empezar.

No por los datos y las estadísticas. Están al alcance de cualquiera que desee encontrarlos: números de mujeres asesinadas, violadas, violentadas, acosadas, sobadas, explotadas, vejadas, maltratadas, prostituidas, invisibilizadas, mutiladas, compradas, vendidas, cuestionadas, censuradas, apresadas, atrapadas en el juicio moral, la religión, la presión, el control sobre los cuerpos, nuestros cuerpos, el sexo, la pornografía, la negación del deseo, la negación del placer, la mano de obra barata, los suelos pegajosos, la brecha salarial, los techos de cristal, las dobles jornadas laborales, las triples, el mandato, la culpa, las maternidades, las no maternidades, la mujer vasija, la violencia obstétrica, el peso de los cuidados, la servidumbre, la cosificación y las violencias sostenidas e invisibles, el extractivismo a la mujer naturaleza que debe ser sometida.

No empezar a escribir sobre el debate relativo a qué o quién es una mujer, qué se requiere para serlo, quienes pueden serlo. Lo más grave y ridículo a partes iguales es pretenderse con la autoridad suficiente para negar la identidad de otros.

No hacerlo tampoco escribiendo sobre el movimiento feminista, sobre su lucha de liberación, sobre sus logros por la igualdad, sobre su condición, sobre su agenda. Las olas feministas dejaron una huella imborrable y a ellas debemos los derechos que hoy muchas de nosotras poseemos, faro incandescente para el camino que sólo se puede caminar con todas. No olvidar que los derechos, cuando no son universales, son privilegios. El movimiento feminista, el movimiento ecologista y el movimiento pacifista, para mí inseparables, son en estos momentos los movimientos internacionalistas más importantes, necesarios y urgentes para salvar la humanidad. Al respecto, los datos también están disponibles, son demoledores, contundentes, claros, pero su lectura nos espanta y aparta a partes iguales.

El patriarcado y su sistema de violencia sobre las mujeres y sobre la naturaleza es una realidad incuestionable. Las mujeres y la lucha feminista también. Y NO vamos a parar.

Porque, y de esto si voy a escribir, soy feminista y en consecuencia mujer.

El orden afirmativo es importante, me explico. Simone de Beauvoir dijo aquello de que no se nace mujer, se llega a serlo, para explicar que, los roles asignados a los hombres y a las mujeres no están basados en diferencias biológicas, sino en construcciones sociales. Yo creo que, de igual manera, el feminismo me construyó, transformó, como mujer, como la mujer que ahora soy. Más libre, más fuerte, más feliz.

El feminismo en el que me pienso es acción colectiva, es el tejido de los millones de mujeres que me precedieron y de la pequeña comunidad de ellas que ahora me sostiene, no se construye en soledad ni tampoco en la inacción, es vivo, cambiante y contiene la fuerza renovadora de la juventud que en estos momentos empuja y crece. Y será del futuro, aunque todavía no seamos capaces de medir el impacto de las transformaciones profundas de mejora que éste producirá en todas las personas, en el mundo en que vivimos. Así también como esas transformaciones se produjeron en mí.

Y esas mejoras en la vida de las personas lo serán independientemente de su género pues con total seguridad el feminismo es la mejor línea del horizonte, la más liberadora. El patriarcado tiene muchos trajes, unos mejores que otros, pero todos son opresores y violentos, también para los hombres.

La misión no es el poder político sino la justicia social. Es un mundo como dice la canción, más humano y menos malo, para todas y también para todos. Así las cosas, entiendo que ser mujer-feminista es la manera más coherente que tengo de estar en el mundo, nutrirme de pensamiento feminista para poder aportar algo, por pequeño que sea, para mejorar y cuidar la vida, vivir sin miedo, comunitariamente, establecer redes y relaciones, amar y ser amada, proteger el planeta, defender los derechos y libertades, no aceptar la expresión del fascismo, el odio, el racismo, la desigualdad en todas sus formas.

La misión es complicada y requiere abordarla en buena compañía, junto a otras militancias a las que tampoco debemos renunciar, elegir a los mejores compañeros de viaje. La verdadera metamorfosis debe cambiar todas las asimetrías simultáneamente. Y conviene no ser ingenua, se trata de una lucha de primer orden, no secundaria a la lucha de clases, se trata del movimiento de liberación, del espacio propio de la lucha de las mujeres.

Ser mujer-feminista precisa cuestionar, ser crítica, reflexionar, compartir, escuchar, mirar, debatir, discutir, incomodar y también abrir las puertas y los brazos. Es necesario para afrontar el reto, cuidar y cuidarse, detenerse, perderse, tomar tiempo para la serenidad y el placer, organizar la rabia y socializar la alegría.

Honrar la vida y no cejar en el empeño. Porque es ilusorio pretender resetear el sistema sin la lucha feminista. Porque las mujeres y los hombres merecemos vivir un mundo mejor y para ello, como leí en algún lugar, asaltar los suelos.

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