Parece el mundo al revés. Los gobernantes valencianos no gestionan la emergencia correctamente, y hay muertos. Muchos. Y después del desastre, cuando ha quebrado la única de las cosas que se espera de un gobierno decente, la gente de la no gestión del desastre, quiere organizar el voluntariado. Tiene narices. No recuerdo entre las competencias municipales y de la administración nada relacionado con gestionar la solidaridad. Al menos, no sin contar con el tejido asociativo, que por mucho que les pese, tiene su propia dinámica organizativa.
La gente continúa yendo por su cuenta. En pocos días los grupos y las organizaciones tienen una red de solidaridad articulada barrio a barrio. Serán las personas de las juntas directivas del vecindario, los clubes o las corales, entidades y las asociaciones de inmigrantes, quienes canalizan todo el que se necesite.
A la administración autonómica no le corresponde dirigir la colaboración ciudadana. Ellos que revisan los protocolos, que reorganicen lo que haga falta y que vayan dimitiendo si tienen un poco de dignidad y honor.
Siempre ha sido la gente la que se ha organizado para administrar su propia solidaridad. Al gobierno se le necesita para otras cosas. Importantes, de otro nivel, pero no estas. No los voluntarios y voluntarias, no la gestión del ánimo colectivo ni de las ganas de ayudar al vecino, para apaciguar la impotencia que sentimos. Esto es cosa nuestra. Es una de las pocas cosas que nos quedan, nuestra conciencia y nuestra ética colectiva.
Y la forma de organizar a la gente también la decidiremos la gente. No nos utilices, Mazón, ni lo intentes. Por muchos autobuses que quieras poner, no oses atribuirte ni dirigir o centralizar la energía de rabia canalizada de miles de personas que ven como todo va mal, y se arriman a aportar un sencillo «no estáis solas».
¿O quizás crees que vas a tener la capacidad y el reconocimiento para hacerlo?
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