
Corre la idea (cierta, no pongo esto en duda) de que es necesario abandonar las redes sociales como X, que son propiedad de empresarios multimillonarios fascistas, y buscar alternativas digitales. Hay muchos nombres de redes alternativas sobre la mesa, y abandonar las redes que permiten los discursos fascistas es una opción comentada en medios digitales progresistas y de izquierdas.
No es que me parezca mal. Me parece bien. No estar en espacios que legitiman el odio y el nazismo, o niegan el calentamiento global es una de las formas más efectivas de contrarrestar esos mensajes tan nefastos para el progreso social.
Lo que pienso es que al relato le falta algo, fundamental. No olvidemos que las redes en sí son un elemento de alienación e individualización de discursos. Hay herramientas digitales que podrían colectivizarnos mejor, sí. Pero ninguna de ellas se muestra hegemónica en un contexto de libre mercado lleno de trampas con granjas de bots que atacan convenientemente con perfiles falsos aquellas informaciones que no les convienen. Un estudio realizado por varias universidades en España muestra cómo ninguna de las oleadas fascistas de bulos en redes que han estudiado ha sido fruto de una participación espontánea de la comunidad virtual. Todas ellas nacen en el mismo momento de una colección de perfiles falsos y automatizados para actuar con un fin. Artificial, manipulado. Pero que provoca una corriente de opinión y alimenta la idea de que cada vez son más las personas fachas e intolerantes.
¿Qué le falta entonces al discurso? Es sencillo: recuperar la idea de que se necesitan ahora más que nunca espacios físicos para encontrarse con otras personas reales de carne y hueso. Convivir, en vida social, más allá de unas cañas, en espacios colectivos, con cierta organización. Las fallas, un campamento, un local asociativo, un club deportivo, un centro excursionista, una colla de dolçaina, un grupo de esplai, un casal de jóvenes.
Por cierto, espacios físicos sobre todo como un grupo de esplai o un casal de jóvenes. Sobre todo, éstos, porque encaminan a la democracia que ejercerán y defenderán las ciudadanas en los próximos 50 años.
Frente a la vida social virtual ejercida desde el sofá, lugares de debate presenciales, grupos de personas que se encuentran y se sustentan unas a otras. Amistades que se forjan de forma cívica y comunitaria, con la idea de que en un mundo donde prima el mercado frente a las necesidades colectivas, nosotras preferimos ser antes persona que avatar. Antes persona, que cosa.
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