Inteligencia para concebir, coraje para querer, poder para forzar

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Revista laica para la reflexión y la agitación política republicana

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El postmodernismo ridiculizado o cuando el pene se identifica como √(-1)

21/01/2025

Por deferencia de la revista Sinpermiso

Se cumple poco más de un cuarto de siglo de la publicación de Impostures intellectueles de Alan Sokal y Jean Bricmont. Originalmente en francés, poco después fue traducido a muchos idiomas. Hemos recuperado una reseña de este libro realizada muy poco después de la publicación original. Creemos que vale la pena reproducirla como motivación para leer o simplemente releer este gran libro que no podría tener mejor título que el elegido, imposturas intelectuales.

Es éste un libro /1 demoledor de algunos cuentistas. La historia ya casi popular del libro, rápidamente contada, ayudará a entender sus loables y conseguidos propósitos. Uno de los dos autores, Alan Sokal, profesor de física en la Universidad de Nueva York, harto de la evolución intelectual de algunos medios universitarios (rechazo de la tradición racionalista, teorías -o pseudo- sin tests empíricos, relativismo cognitivo y cultural… en definitiva, algo que puede englobarse simplificadamente como «posmodernismo») decidió enviar un artículo /2 a la revista cultural de moda de Estados Unidos, Social Text. El artículo en realidad era, según confesión propia, un cúmulo de absurdidades y de ilogismos. Una parodia del tipo de literatura que intentaba combatir. ¡Y lo publicaron! /3 Cualquier matemático o físico normalmente informado habría visto que «Trangressing the Boundaries…» era una sarta de tonterías. Una revista de prestigio no tiene obligación de tener matemáticos o físicos en su consejo de redacción, pero sí saber qué es lo que publica. Aquí empezó todo. El follón fue divertidísimo. Hasta revistas y periódicos franceses como La Recherche, Liberation, Le Nouvel Obsérvateur-, etc. se vieron en la obligación de intervenir. En el colmo del ridículo, hubo hasta quien lo presentó como un debate del imperialismo norteamericano contra Francia y su cultura. Después de este debate, es cuando sale el libro de ambos autores (ya se ha dicho la profesión de Sokal, Bricmont es profesor de física teórica en la Universidad de Lovaina). A quien pueda interesar: Sokal y Bricmont son además de izquierdas.

Resumida y comprimida la historia de Impostures intellectueles, pasemos al contenido. Consta de 12 capítulos, además de dos apéndices. Siete capítulos están dedicados a: Jacques Lacan; Julia Kristeva; Luce Irigaray; Bruno Latour; Jean Baudrillard; Gilles Deleuze; Félix Guattari y Paul Virilio. La idea general del libro -y cada capítulo es una concreción por autor de esta idea- es la siguiente. Estos autores, y por supuesto no sólo ellos aunque sí de forma destacada, son unos impostores intelectuales. Y lo son porque «abusan reiteradamente de conceptos y de términos que provienen de las ciencias físicomatemáticas» (p. 14). Y por «abuso» Sokal y Bricmont (SB, en adelante) entienden: 1) Hablar abundantemente de teorías científicas de las que sólo se tiene, y eso no siempre, una idea muy vaga; 2) «Importar nociones de las ciencias exactas a las ciencias humanas sin dar la menor justificación empírica o conceptual de este proceder»; 3) Aparentar erudición utilizando palabras o conceptos técnicos en contextos no pertinentes; 4) Librarse a juegos de lenguaje sin preocuparse por su significado o comprensión. Esta idea general es común a las y los autores a los que están dedicados algunos capítulos. Cada uno de estos autores lo hace a su manera. Y son magistral y pedagógicamente puestos en evidencia por SB. Se podrá, por ejemplo, ver discutidas las equiparaciones (Lacan) del órgano masculino eréctil con la raíz cuadrada de menos 1 (p. 32), particularmente divertidas y delirantes. Pero para los casos particulares nos remitimos al libro donde se pueden encontrar en abundancia y están detenidamente tratados. Nosotros aquí seguiremos con la idea general, pero antes haremos una aclaración que seguramente será necesaria porque ciertas dudas, digamos objeciones, habrán asaltado a alguno de los lectores que nos hayan seguido hasta aquí. Las objeciones a las que se tuvieron que enfrentar SB fueron las siguientes: 1) las citas que hacen son marginales, 2) el carácter limitado (y hasta obtuso) de los científicos, 3) la licencia poética que todo escritor es lícito que tenga, 4) no han entendido el papel de las metáforas ni el de las analogías, 5) como son científicos no son competentes en el terreno que critican /4. SB contestan a estas objeciones de forma muy satisfactoria. Al libro nos remitimos.

El relativismo cognitivo, la teoría del caos y la linealidad

Todos los autores tratados por SB «flirtean con una forma u otra de relativismo cognitivo o invocan argumentos que podrían alentar este relativismo» (p. 51). Es por ello que dedican el capítulo tercero a tratar con algún detalle la cuestión. Por relativismo SB entienden toda filosofía «que pretende que la validez de una afirmación es relativa a un individuo y/o a un grupo social.» (p. 53). Por cierto, el primer «gran relativista», Calicles, fue contestado por Sócrates ya hace 24 siglos /5. Quien sostiene que las verdades son serviciales se coloca en una situación autorrefutatoria. O bien la afirmación de que todas las verdades son serviciales no es ella misma servicial (¿por qué precisamente ésta?), o bien es servicial también ella, caso en el cual su autor sería un poco tonto (sólo los tontos enseñan las cartas marcadas). No estará de más recordar, aunque sea de pasada, que el «relativismo extremo y el todo vale no es un invento postmodernista de los fast thinkers mediáticos de nuestros días; fue una de las bases «culturales» del fascismo europeo del primer tercio del siglo veinte» /6. Este capítulo tercero también dedica una buena parte al «programa fuerte» de la sociología de la ciencia de B. Barnes y D. Bloor, que tanto ha dado que hablar entre sociólogos. El capítulo sexto trata de la teoría del caos y de sus utilizaciones abusivas en campos completamente extraños a la teoría/7. SB abordan tres tipos de confusiones al respecto: 1) aquéllas referidas a la significación filosófica de la teoría, 2) las que están ligadas al uso metafórico de la palabra «lineal» (o «no lineal»), y 3) las que conciernen a aplicaciones y extrapolaciones precipitadas (p. 126 i ss.).

1. Hay muchos fenómenos físicos gobernados por leyes deterministas y, así en principio, predictibles, pero que debido a su sensibilidad a las condiciones iniciales son en realidad impredictibles. El aleteo de una mariposa hoy en Madagascar, el famoso ejemplo, provocará dentro de tres semanas un huracán en Florida. La mariposa sola no es muy directamente culpable, pero si se comparan los dos sistemas constituidos por la atmósfera terrestre con el aleteo y sin él, el resultado puede ser muy diferente. Todo esto es más o menos sabido, ahora bien, ¿la teoría del caos señala los límites de la ciencia? SB vienen a decir que extraer de la teoría del caos esta conclusión es similar a contestar a la pregunta sobre el origen de mi paseo: «manzanas traigo».

2. La utilización abusiva de la palabra «lineal» es algo también común en muchos postmodernos. SB nos recuerdan los dos sentidos en matemáticas de linealidad. El primero se refiere a ecuación lineal (f(x) = 3X es lineal; f(x) = xno lo es). El segundo se refiere a «orden lineal», lo que quiere decir que se ordena un conjunto de tal manera que, para cada par de elementos y, se tiene que x<y, o que x=y, o que x>y. Los postmodernos incluyen un tercer sentido de lineal: «pensamiento lineal». Dicen BS: «No se encuentra ninguna definición exacta, pero el sentido general es claro: se trata del pensamiento lógico y racionalista de las Luces y de la ciencia llamada ‘clásica’ (a menudo acusados de reduccionismo y de numerismo extremos). Se opone a este modo de pensar vetusto un «pensamiento no lineal» postmoderno. (…) «Un pensamiento que va más allá de la razón insistiendo en la intuición y la percepción subjetiva» (p. 131). La confusión es total.

3. Las extrapolaciones arbitrarias de la teoría del caos son legión entre los postmodernos. Ejemplos: en la literatura, en la gestión de empresas. También se confunde, en ocasiones, la teoría del caos con la sabiduría popular según la cual las pequeñas causas pueden tener grandes efectos («si la nariz de Cleopatra hubiera sido más corta…»). Otro abuso proviene de la confusión entre los múltiples sentidos de la palabra «caos» y la teoría del caos (casi sinónimo de «sensibilidad a las condiciones iniciales»). Al respecto afirman BS: «Baudrillard y Deleuze Guattari explotan (o se caen en) esta confusión sin vergüenza.» Los capítulos 7 y 8 lo muestran detenidamente.

Siete buenos y virtuosos consejos

El epílogo es muy instructivo. Podemos resumirlo en estos siete consejos que ofrecen SB.

1. Saber de qué se habla.

2. Todo lo que es obscuro no es necesariamente profundo. (De entre los muchos textos citados, hay uno de Paul Virilio (p. 157 y 158) realmente delirante y que debido a su extensión desgraciadamente no podemos reproducir, que así es comentado por SB: «Esta última frase es el mejor ejemplo de logorrea que nosotros hayamos encontrado nunca. Contiene 193 palabras, pero el autor considera sin embargo que no está completa -de aquí los puntos suspensivos al final- y, se mire como se mire, no quiere decir absolutamente nada.»).

3. La ciencia no es un «texto». (A diferencia de algunas opiniones más o menos extendidas, las teorías científicas no son como novelas: «sus términos tienen un sentido preciso (…) Si se los utiliza con fines metafóricos, se puede caer fácilmente en un contrasentido.»).

4. No imitar a las ciencias exactas.

5. Contra el argumento de autoridad. (Evaluar la validez de una proposición en función de los hechos y de los razonamientos que lo sostienen, y no de la identidad o de las cualidades de la persona que los enuncia.) /8.

6. No mezclar escepticismo específico con escepticismo radical. (Se ha de distinguir entre dos tipos de crítica respecto a la ciencia: «aquellas que se oponen a una teoría particular en función de argumentos específicos, y las que repiten bajo una u otra forma los argumentos tradicionales del escepticismo radical. Los primeros pueden ser interesantes, pero pueden ser refutados, mientras que los segundos son irrefutables, pero sin interés.»).

7. La ambigüedad no ha de ser utilizada como subterfugio. (Fácilmente se pueden encontrar textos ambiguos que pueden ser interpretados de estas maneras tan diferentes: «como una afirmación verdadera pero relativamente banal, o como una afirmación radical pero manifiestamente falsa.»).

NOTAS:

1/Todas las citas se hacen a partir del original: Impostures intellectueles, París. Editions Odile Jacob. 1997.

2/Con el título ‘Trangressing the Boundaries: Toward a Transformative Hermeneutics of Quantum Gravity», algo así como «Transgredir las fronteras: hacia una hermenéutica transformativa de la gravitación cuántica». Este artículo tenía unas referencias bibliográficas todas correctas excepto un invento gracioso: «Smolin. Lee. 1992. Recent developments in nonperturbative quantum gravity. Dans: Quantum Gravity and Cosmology (Proceedings 1991. Sant Feliu de Guixols, Estat Lliure de Catalunya), p. 3-84. edité par J. Pérez-Merader. J. Sola et E. Verdaguer. Singapore: World Scientific».

3/En el número 46/47 de Social Text, en 1996. Se reproduce en la edición francesa de Impostures intellectueles.

4/ Hay otras objeciones a nuestro parecer menos interesantes como aquella según la cual todos los autores criticados no son posmodernos.

5/ Las palabras son de Antoni Domènech (“¿Se negocia la verdad? El eterno retorno de Calicles”, Mimeo). A este artículo me remito para un sofisticado análisis y una devastadora crítica del posmoderno «nihilismo de cátedra», es decir el error recurrente de Calicles.

6/ Prólogo de Antoni Doménech al libro de John Searle La construcción de la realidad social, Barcelona, Paidós, 1997. Se habrá observado que el título se parece al famoso La construcción social de la realidad de Luckmann y Berger. Es, pero, casi su contrario.

7/ En el número 38, junio de 1998, de VIENTO SUR, se puede encontrar un artículo de Hubert Krivine («Ciencias, determinismo, predecibilidad y caos») donde se describe de forma sencilla la teoría del caos.

8/ Las sectas utilizan el consejo contrario: sus adeptos no hacen caso del qué si no de quién lo dice. Aunque sea la sinrazón más depravada, si lo dice el gurú, el jefe, el secretario general o lo que ellos consideren válido, será aceptado. En este sentido las sectas no dependen del número de sus componentes. El estalinismo (el maoísmo más aún) era en este sentido una secta (o un racimo de ellas) ortodoxa.

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