El libro se acaba, mucha gente está contenta. No entiendo la alegría de la gente idiota. De entrada, hay que decir que cada vez se editan peor los libros. Me explican que las editoriales hacen subastas inversas por las traducciones, es decir las acaban adjudicando a quién lo haga más barato. La gente buena y reconocida ha quedado al margen. Además, los libros no se corrigen conveniente, no se repasan y se imprimen rápido y sin control. Por si fuera poco, se han ido estableciendo criterios editoriales extraños, por ejemplo, poner las notas al final del libro en vez de a pie de página. Para justificarse dicen que la gente no lee libros con notas. ¡Qué tontería! Esto se dice proyección, es decir poner en boca de otros lo que hacen los dirigentes de las editoriales: no leer nunca nada. Si leyeran sabrían que quién compra un libro de historia precisamente pide las notas y las quiere a pie de página. Dicen, además, que si lo hacen así es más caro. Es increíble que cuando los libros se hacían a mano se hicieran bien y ahora con los medios que hay se hagan mal. Por lo que se ve hay dirigentes editoriales que creen que la gente compramos libros por el precio. Increíble. O sea que si quiero comprar un libro de Josep Fontana o Javier Marías y veo que es muy caro, me acabaré llevando un libro baratito de los chalados fachas Pérez Reverte o Sánchez Dragó.
Dicen que la gente lee por Internet. Falso. La gente lo que hace por Internet es ver porno o coches. Todo el mundo sabe que leer más de tres páginas por Internet es imposible. De hecho, un amigo muy muy izquierdoso me dijo que incluso en estos ambientes cada vez es más difícil que es lean libros. Más de tres páginas la gente se cansa. Por esta razón se hizo tanto famoso el libro Indignaos de Stéphane Hessel porque era corto, muy corto.
Antes quemaban bibliotecas ahora ya no hará falta, habrá bibliotecas llenas de libros, pero no irá nadie. Se trata de la victoria final de la dictadura de la mentira y la ignorancia.
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