
Este mes de marzo celebramos las fiestas de la Magdalena en Castelló, en el País Valenciano. Al ser unas fiestas religiosas, su calendario depende del calendario de la pascua cristiana, a diferencia de las fiestas de las Fallas, que tienen un origen claramente pagano, popular.
Debemos remitirnos al año 1233, cuando Jaume I inicia la ocupación del territorio andalusí. Ese año toma la plaza de Burriana y en breve, los castillos de la región, como el Castell Vell. En ese momento la ubicación actual de Castelló de la Plana era un conjunto de alquerías prósperas a nivel agrícola. En 1239 se firma la carta puebla del Castell Vell. Es decir, se expulsa a quienes allí viven, para darlo a algunas familias colaboradoras de Jaume I. Semejante a lo que ocurre en Palestina, donde les quitan las casas a familias que llevan siglos viviendo en ellas, y se las quedan los nuevos colonos.
Como dice Antonio Manuel, las conquistas no son sustituciones de la población. Las poblaciones se mezclan, los que quedan se adaptan a la nueva realidad, otros se marchan. Y llegan nuevos que también acabarán influidos por las condiciones culturales del lugar. Es decir, que somos fruto del acúmulo de toda esa gente que, ocupación tras ocupación, ha ido viviendo aquí. Los castellonenses estábamos aquí en el momento en que Jaume I llega, al menos algunos castellonenses había, esto está claro: serían musulmanes, algunos cristianos anteriores, muladís, y judíos.
Pero en 1251 Jaume I concede a los habitantes del Castell Vell un sorprendente Privilegio de Traslado. ¿Por qué hace esto 12 años después? Esto significa que entre 1239 y 1251 hubo una introducción de población cristiana en el enclave del Castell Vell, pero no cuajó mucho la cosa.
¿Qué era el privilegio de Traslado y por qué se dió el 8 de septiembre de 1251? Por cierto, lo firman en Lleida. La respuesta es sencilla: 12 años después de dar la Carta Pobla, el reino ya había avanzado hasta Alacant y había menos riesgo de combates. Había más calma. Es probable que la propia gente pobladora del Castell Vell, formada por 54 colonos que iban a currar y 6 repartidores que eran más ricos y que se quedan la mayor parte del pastel, vieron con recelo como algunos de los musulmanes expulsados, habitaban tierras abajo. Los terrenos de Castell Vell (el castrum, y la alquería de Benimahomet, que no se sabe exactamente dónde estaba, cerca del castillo) fueron expropiados a los musulmanes que los habitaban. Los más afectados huyeron hacia el sur con todos sus bienes, en lugares todavía islámicos, mientras que los menos perjudicados permanecieron. Como había varias alquerías (aparte de Fadrell estaba Almalafa, o Benárabe) se desplazaron a esa zona que tenía mejores terrenos. Los 6 repartidores fueron: Bernat y Simó de Santadigna, Bernat de Benviure, Ramón de Riba, Ramón Mir y Guillem de Barberà.
Imagina la cara que se les quedó a estos 6 cuando, una vez instalados en el Castillo en el año 1233, se dan cuenta de que las tierras no son demasiado buenas, y que encima, la población a la que han desplazado, está unos quilómetros más cerca del mar, en unas tierras mejores. Pensad que, además, desde el castillo se veía perfectamente la llanura. Rápidamente enviaron a alguien a negociar con Jaume I para ver si podían deshacer el acuerdo. Las tierras de abajo les gustaban más. Estuvieron 12 años negociando, en los que Jaume I no les hacía demasiado caso. Hasta que se debió hartar y los envió a Ximén de Arenós, que era un hombre de confianza de Jaume I, y tenía un hijo casado con una hija de Abu Zeit, rey de Valencia. Negociaron ese traslado y consiguió que le dejaran en paz, después de 12 años dando la turra…
Nuestra fundación como ciudad se basa, en parte, en un pequeño error de cálculo. Pero sobre todo, se basa en algo de lo que no debemos estar orgullosos/as: En el momento en que la ciudad se traslada terminan 5 siglos de convivencia multicultural y comienza una época de imposición cristiana y de oscuridad, analfabetismo y penurias. 5 siglos de luz, que pasan en ese justo momento, a la oscuridad. Quizás más que l’encesa, deberíamos repensarlo como l’apagada.
¿Sobrevivió población andalusí de la zona y se integró? Si, de hecho, la plana ya estaba poblada con anterioridad al privilegio. El nuevo vecindario de emigrantes (los cristianos) aumentó la necesidad de desarrollar el asentamiento al estilo feudal. Esto fue en Benirabe o Benárabe, lo que ahora es la calle mayor y la plaza del ayuntamiento probablemente.
Casi un siglo después comienzan las epidemias de la peste negra, que se cebó con la población asentada en Castelló. La población que había en ese momento, reseteada para ser buena cristiana, pero con una memoria familiar de siglos de multiculturalidad, comienzan a peregrinar a una desaparecida Ermita, que con toda probabilidad era la Mezquita de las inmediaciones del Castell Vell. Contra una epidemia tan brutal, en lugar de tener fe en la medicina de la que los andaluces habían sido siglos antes grandes promotores, se pasa a dar gracias una vez al año por haber sobrevivido. Éste es el gran avance que la imposición cristiana que Jaume I nos dejó como legado cultural.
La fiesta de la Magdalena actual se basa en una romería o caminata hasta la ermita de la Magdalena en conmemoración de aquel esperpento del privilegio de traslado, y que replica las poco científicas plegarias y sacrificadas y descalzas caminatas de las primeras epidemias.
Como curiosidad cabe decir que la ermita actual, que mucha gente visita en las fiestas para tocar la campana, está construida (o mejor incrustada, improvisadamente) dentro de un aljibe del Castell Vell de la época almohade. Si la miras de lejos, le sobra la campana.
Bien haríamos de difundir nuestra historia a todo el mundo para que seamos conscientes de dónde venimos, y miráramos con ojos críticos la cultura que nos tragamos, llena de trolas y misticismos manipuladores. Esta fiesta no puede ser nunca de todas y todos los castellonenses si ensalza y se centra en las creencias religiosas de una parte de la población, dejando de lado a otra. Sólo con unas fiestas que vuelven a ser del pueblo podemos construirnos como sociedad inclusiva. Y esto empezaría por un gesto tan sencillo como ponerle unas fechas fijas, no vinculadas al calendario de la pascua católica. Después ya, deberíamos hablar de lo que simbolizan…
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