Aprovechando que no estamos metidos en ningún proceso electoral que yo recuerde, y podemos reflexionar con la cabeza fría, necesito compartir un artículo de Roger Senserrich, periodista al que se le suele entender bastante bien, sobre lo que es votar en EEUU, que celebra elecciones a la presidencia el próximo 5 de noviembre (no sé si habíais oído algo).
Creo que es interesante saber cómo resuelven otros países sus problemas para ver la calidad de nuestras maneras de actuar. Es lo que tiene viajar (en cualquiera de sus formas): abre la mente y te hace valorar (positiva o negativamente) lo que tienes delante.
Votar es uno de los nuestros instrumentos para mejorar la realidad, las leyes, y tal vez pensamos que sólo se puede hacer de una manera. Por suerte, los EEUU, tiene otra.
Roger Senserrich
«Ayer a mediodía voté en las elecciones presidenciales de Estados Unidos. Mi voto, por supuesto, contará más bien poco; Connecticut es cualquier cosa menos competitiva, y mi papeleta no hará más que abultar un poquito más el margen de Kamala Harris. La irrelevancia de mi acto cívico se amplía aún más si tenemos en cuenta el resto de las candidaturas en mi papeleta, que por complicada merece algunos comentarios.
Siete votaciones
En estas elecciones estoy votando a seis cargos distintos, más un referéndum de reforma constitucional, y tengo que marcar un voto por columna en la fila que quiera. Tenemos, de izquierda a derecha, presidente de los Estados Unidos, donde tengo cinco opciones, senador federal (cuatro), representante en el congreso (dos), senador estatal (tres), representante estatal (uno), y registrador de votantes (dos).
De estas seis elecciones, hay cuatro que tienen un resultado esencialmente incontestable. Harris ganará Connecticut, Chris Murphy será reelegido senador, Rosa DeLauro ganará por treinta puntos, y los demócratas de mi pueblo son tan patanes que ni siquiera han presentado a nadie contra Joe Zullo, mi representante estatal.
Senador estatal está un pelín más disputada; Cicarella, el candidato republicano, se las ha apañado para meterse en un escándalo por cobrar $123.000 en pensiones de invalidez como empleado estatal a pesar de tener otros tres empleos. El problema para su oponente es que es un distrito muy conservador, diseñado para apilar a los votantes más reaccionarios de New Haven todos juntitos para que no molesten. Connecticut es tan demócrata que incluso haciendo un gerrymandering* entusiasta para concentrar republicanos te deja un distrito donde el Grand Old Party habitualmente gana por 10-12 puntos, así que Brandi Mandato tiene alguna posibilidad de ganar si todo sale bien.
Por cierto, os habréis fijado que hay varios candidatos que aparecen repetidos bajo más de un partido. Connecticut tiene «voto fusionado», un sistema que permite que alguien se presente bajo más de unas siglas, agregando sus apoyos durante el recuento. Esto permite que terceros partidos, como Working Families, puedan aparecer en las papeletas haciendo explícito a los candidatos que nos gustan y los que no. Los requisitos para poder dar nuestro apoyo son bizantinos y a menudo exigen trámites idiotas (como recoger miles de firmas); Harris no aparece en nuestra línea por este motivo.
La enmienda constitucional tiene también su aquel. La constitución de Connecticut, a pesar de ser relativamente corta para Estados Unidos, incluye una provisión que limita el voto por correo sólo bajo una serie de motivos justificados, cosa que provoca un sistema de solicitud previa complicado y simultáneamente abierto a abusos. La enmienda elimina esta limitación, abriendo la posibilidad de que el estado adopte un sistema de voto por correo universal como Colorado, Utah, Oregón, Vermont o California.
La última columna es la más absurda de todas, no obstante. East Haven, donde vivo, tiene «registradores de votos», que son dos cargos electos (uno de cada partido) que se encargan de mantener el censo electoral. La inscripción a este no es automática, sino que exige registrarse previamente; tienes que presentar documentación demostrando tu identidad para que te incluyan en la lista y puedas votar en elecciones. Lo de registrarse es peculiar, y uno de los motivos por los que la participación electoral en Estados Unidos es tan baja. Que el censo electoral lo lleven cargos municipales electos es extraordinariamente chapucero y motivo de hilaridad ocasional en según qué distritos electorales (Bridgeport y Hamden, por ejemplo).
Un modelo para un estado
Toda esta explicación sobre los vericuetos de una papeleta electoral, voto anticipado, y quién gestiona las elecciones tienen una peculiaridad añadida: son únicamente válidos para un estado, Connecticut. Porque si hay algo que debéis tener en mente en estas elecciones es que en Estados Unidos no hay elecciones nacionales. Tenemos cincuenta sistemas estatales, cada uno actuando a su bola por completo.
Empecemos por algo tan básico como la fecha de las elecciones. En teoría son el cinco de noviembre; a la práctica, cada estado empieza a votar cuando le da la real gana. Estuve hace un par de semanas en Pensilvania llevando voluntarios para Harris, y en el estado llevaban días votando. En Connecticut hemos empezado ahora. En algunos estados (Alabama, New Hampshire) no hay voto anticipado; en otros se puede ir a votar un mes y medio antes (Vermont, Virginia). En los lugares más dementes (Florida, para variar), las fechas varían según el condado y sus filias.
De hecho, cualquier componente del sistema electoral puede variar radicalmente según donde vivas. Las normas sobre qué necesitas para registrarte, si tienes que presentar un documento oficial con foto o no para votar, los horarios de los colegios electorales, quién decide cuántos hay y dónde, el diseño de las papeletas, horarios, y normativa sobre el recuento. En algunos estados, el voto por correo no puede ser abierto y tabulado hasta el mismo día de las elecciones (Pensilvania), provocando retrasos absurdos en el recuento. En otros, el recuento se va haciendo sobre la marcha (Florida), cosa que permite que el resultado sea público casi de inmediato. Hay sitios donde el recuento lo llevan los municipios, en otros los condados, en otros el estado; quién firma las actas o está presente durante el recuento varía también. El método para hacerlo es también del todo distinto, con cada jurisdicción comprando los tabuladores que les place sin un estándar nacional que les guíe. Y dónde se vota varía radicalmente; en ocho estados, todo el mundo puede votar por correo y recibe su papeleta (enorme) de forma automática.
Por descontado, en cada estado se votan cosas completamente distintas también. Todo el mundo vota al presidente, senado y cámara de representantes estatal, con reglas casi homogéneas entre estados. Incluso con esas, hay un par de sitios (Nebraska y Maine) que asignan sus compromisarios en el colegio electoral por distrito al congreso, no en bloque, y hay un puñado de estados en el sur que escogen senadores con un sistema de dos vueltas.
¿El resto? Cada uno a lo suyo, por completo. Cogiendo una jurisdicción al azar, en Miami, Florida, este año votarán aparte de presidente y congreso, a legisladores estatales, secretario del tribunal estatal, auditor, alguacil, tasador de inmuebles (sí, el que hace el catastro es un cargo electo), recolector de impuestos, supervisor de elecciones, un juez del supremo, un juez de apelaciones, jueces del condado, comisionados del condado, miembros de la junta escolar, algo llamado distrito de desarrollo de no sé dónde. Hay seis referéndums constitucionales y un referéndum consultivo. Y aparte tienen que votar en las municipales.
Si tenéis ganas de mortificaros con sistemas de gobierno imposibles, buscad sample ballots al azar en Google para descubrir la infinita variedad de métodos que tienen en este país para torturar a sus votantes, desde diseño gráfico espantoso a tener que dar una dirección postal precisa porque en cada barrio están votando a cargos y referéndums completamente distintos. Los Ángeles tiene papeletas tan complicadas que tienen una página dedicada a generar lo que tienes que votar a medida. Connecticut, de hecho, es de los estados que menos cosas vota, algo que agradezco profundamente.
Una noche electoral «interesante»
A efectos de las elecciones presidenciales, que supongo que es lo que os interesa, todo esto quiere decir que cuando llegue el recuento la noche del cinco de noviembre, os lo tenéis que tomar más como unas elecciones europeas bizarras, no como unos comicios nacionales. Hay cincuenta sistemas electorales, cincuenta sistemas de recuento, y cincuenta batallones de abogados en cada bando dispuestos a litigar todo. Dentro de todos y cada uno de estos sistemas, existen además decenas de subdivisiones extrañas, a veces con normas distintas, otras veces no.
Si tenemos unas elecciones ajustadas, con recuentos, retrasos, pifias y horrores variados, esto se traduce a que la normativa aplicable y los problemas a solucionar serán muy distintos según donde sucedan. Un recuento en Michigan es completamente distinto que uno en Florida, y cuándo y dónde puede o debe intervenir un tribunal federal es bastante impredecible. Dada la afición del Supremo a cambiar su interpretación sobre la Voting Rights Act y su constitucionalidad en tiempos recientes, incluso qué es recurrible es una incógnita. Hay muy poca gente en cada estado que conoce y entiende la legislación electoral en profundidad; si hay un resultado disputado, los expertos van a ser muy pocos, y el chamanismo legal abundante.»
* Gerrymandering: Los legisladores deciden utilizar sus mayorías para perpetuarse en el poder redibujando salvajemente los distritos uninominales, lo que permite maximizar la representación de su partido.
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