El 19 de mayo se celebraron elecciones legislativas en Portugal. Como lo que ocurre en el país vecino siempre tiene un efecto en la política de nuestros países, es importante prestar un mínimo de atención a los resultados que se produjeron en las urnas el pasado mayo.
Hay que empezar por entender que estas elecciones son las terceras en tres años. Desde las elecciones de 2022, Portugal no había conseguido generar un gobierno estable. La geringonça, formada al calor de las manifestaciones de la “geração à rasca”, el 15-M portugués, se anticipó cuatro años al gobierno de coalición progresista del Estado español y permitió a las izquierdas lusas gobernar durante casi dos legislaturas. La caída del gobierno en 2021 fue producto de la retirada de confianza del Bloco y del PCP al PS, que gobernaba en solitario, y del bloqueo por no poder aprobar presupuestos.
En las elecciones de 2022, el PS obtuvo la mayoría absoluta, pero en 2023 el primer ministro António Costa dimitió entre acusaciones de corrupción y el presidente de la República obligó a convocar elecciones anticipadas, que en 2024 confirmaron al centroderecha (AD) como primer partido del país, permitiéndole formar gobierno en solitario.
En marzo de 2025, nuevamente por supuestos escándalos de corrupción del primer ministro de la coalición de centroderecha, Luís Montenegro, el gobierno cayó tras una moción de confianza y se convocaron elecciones para el 19 de mayo. Estas confirmaron a Montenegro y a AD (la coalición que incluye al histórico partido de centroderecha portugués, el PSD) como principal fuerza del país, pero se produjo el desmoronamiento del bipartidismo portugués: por primera vez el centroizquierda y el centroderecha no disponen de la mayoría de dos tercios.
La participación alcanza un nuevo máximo histórico, confirmando la capacidad de movilización y politización de la extrema derecha:
Desde las primeras elecciones democráticas, Portugal no vivía unos comicios tan participativos. Con una participación del 64,4%, el aumento respecto a las elecciones de 2015 es del 8,5%. En este contexto, es la extrema derecha la que logra incorporar más votantes, sobre todo con bajos niveles educativos y que tradicionalmente no acudían a las urnas. De hecho, la izquierda ha sido más competitiva en contextos de menor participación, como en 2015 o 2022, cuando el PS obtuvo la mayoría absoluta. Aunque ha disminuido ligeramente respecto a las anteriores, la participación es la más alta en los últimos 30 años: hay que remontarse a 1995 para encontrar una cifra superior.
Gráfico 1: Evolución de la participación (1975-2025)
Chega!: la extrema derecha populista supera a los socialistas y se sitúa con más del 20% de los votos. Un ascenso imparable desde 2019 en el que ha sumado más de un millón de votantes:
Más votos en el sur de Portugal. El avance de la ultraderecha ha sido más intenso en el sur del país, hasta ahora bastión del Partido Socialista. Si en 2024 Chega ganó en el Algarve (donde ha repetido victoria), en esta ocasión fue también la fuerza más votada en Beja, Setúbal y Portalegre.
Beja ha vivido un hecho histórico que no se producía desde las primeras elecciones de 1975 tras la caída de la dictadura. Como recoge Polígrafo, es la primera vez que el partido más votado en este distrito del Bajo Alentejo no es ni el Partido Comunista ni el Socialista.
Menor apoyo en regiones con estudios superiores. Según Polígrafo, en los 11 municipios con más del 50% de residentes con estudios superiores —casi todos en Lisboa—, Chega obtuvo sus peores resultados. En algunos no llegó ni al 10% de los votos. De nuevo, el voto urbano y más formado actúa como dique frente al avance de la extrema derecha. En cambio, el proyecto de Ventura alcanzó casi el 30% de los votos en Lagoa (Azores), municipio con la mayor tasa de abandono escolar en 2023 (28,7%), según datos de la Fundación Francisco Manuel dos Santos.
Chega capitaliza la revuelta de los “lugares que no importan”. Tanto Beja como el Algarve son zonas con menos inversión, territorios olvidados con déficit en servicios como hospitales o carreteras. En las últimas dos décadas, los partidos protesta han tenido sus mejores resultados en el Algarve. Ahora le ha tocado a Chega.
Así, Chega estaría movilizando a votantes que hasta ahora no se acercaban a las urnas. Como muestran los analistas del diario Expresso, a medida que aumenta la participación, también lo hace el voto a la extrema derecha.
Gráfico 2: Correlación entre la participación y el voto a Chega!
Como decía Oriol Bartomeus, “estos votantes habían pasado desapercibidos para los partidos tradicionales, eran invisibles. La extrema derecha, en cambio, los ha sabido ver. Ha entendido que estaban ahí, más allá de los muros del sistema.” Este voto ha sido clave en otros contextos internacionales. Como apunta Bartomeus, una parte del voto a Le Pen en Francia responde al mismo sentimiento: el rechazo a un sistema percibido como endogámico, incapaz de entender las realidades periféricas (como las protestas de los gilets jaunes).
Es también lo que empujó a muchos votantes blancos de zonas desindustrializadas de EE. UU. a apoyar a Trump. Un voto que Hillary Clinton desdeñó llamándolos basket of deplorables y que los demócratas solían etiquetar como white trash. Acabó siendo decisivo.
Desde que Trump ganó en 2016, este grupo ha aumentado su participación. Como recuerda Roger Senserrich, ahora en EE. UU. el aumento de participación favorece a la derecha, no a la izquierda. Los demócratas pierden a los votantes intermitentes; quienes solo votan ocasionalmente tienden ahora más a votar a los republicanos que antes.
Ese “ruido de fondo”, ese malestar social, también resuena en Portugal. Chega no solo arraiga entre el electorado conservador, sino especialmente entre quienes se sienten excluidos del reparto. Su fuerza nace de saber leer ese desencaje, de ofrecer una identidad política basada en el resentimiento y la reclamación de dignidad.
El discurso populista de Chega ha conectado con amplios sectores: repetición de elecciones, división de la izquierda, corrupción, incapacidad de las élites... La izquierda ha perdido fuerza por su incapacidad de impulsar una agenda de transformación social. Y Chega capitaliza el discurso más antisistema del tablero: equipara a PSD y PS (“todos son iguales”) y resume la democracia portuguesa en un lema: “50 años de corrupción”.
Gráfico 3: Evolución de los resultados electorales de Chega!
Las fuerzas del bloque de izquierdas a la izquierda del PS caen a un mínimo histórico, mientras LIVRE avanza posiciones:
La suma de Bloco de Esquerda, CDU/PCP y LIVRE apenas alcanza el 9,2%. En una década han perdido más de la mitad de su voto. En 2015 sumaban un 19,2%.
El Bloco se queda con un solo escaño en Lisboa. Los comunistas logran tres. LIVRE obtiene seis (3 en Lisboa, 2 en Oporto y 1 en Setúbal). Es el único que crece, con un discurso más moderno. Rui Tavares ha ofrecido algo más que ecologismo o europeísmo; ha ofrecido esperanza. Como declaró al diario Expresso: “los partidos se estancaban, la gente se desilusionó. Por suerte, LIVRE logró que algunos volvieran a sentir cierto encanto por la izquierda.”
LIVRE ha crecido especialmente en el voto urbano y educado, ganando terreno en Lisboa y Oporto, pasando de 71.196 votos en 2024 a casi 200.000 en 2025 (4,6%). No es un crecimiento menor, pero parece limitarse a canibalizar a antiguos votantes del Bloco, sin penetrar donde sí lo hace la extrema derecha: entre abstencionistas, jóvenes y personas con baja formación.
Los estudios postelectorales confirman que LIVRE ha crecido entre jóvenes con educación superior y mujeres, parte del voto que antes estaba con PS o BE.
Gráfico 4: Evolución del voto a los partidos de la izquierda radical portuguesa
La unidad de la izquierda portuguesa. Imposible en el pasado, necesaria ahora:
Desde 1999, con el nacimiento del Bloco de Esquerda, no ha habido una sola candidatura unitaria de la izquierda radical en Portugal. El PCP fue hegemónico durante años, hasta que en 2009 el Bloco lo superó electoralmente. En 2014, el Bloco incluso aprobó una resolución para construir una “Gran Izquierda” con una agenda contra la austeridad, pero no prosperó. Ese mismo año nació LIVRE, fundado por Rui Tavares, ex del Bloco, que representaba otra vía: más institucional, europeísta y con un estilo menos confrontativo.
En 2025, una nueva tentativa de unidad vino desde Lisboa, donde miembros del movimiento Renovação Comunista (exdirigentes del PCP) firmaron un manifiesto en febrero solicitando una candidatura unitaria con PS, BE, LIVRE y PAN. Pero el PCP optó por presentarse en solitario.
Ahora, sin embargo, el contexto ha cambiado. El ascenso de la extrema derecha y el colapso del PS y el PCP en el sur obligan a repensar la estrategia. Incluso los socialistas han perdido la segunda plaza ante el aumento de la participación. Como muestra un gráfico de Expresso, a mayor participación, mayor caída del PS.
Gráfico 5: Correlación entre el incremento de participación y la caida del voto del PS
A pesar de las reticencias del PS y el PCP, Rui Tavares pide una unión de la izquierda para evitar que la extrema derecha conquiste gobiernos locales. LIVRE propone listas conjuntas con una “alternativa clara” en los 60 municipios donde Chega fue primera fuerza.
Se centran especialmente en los 49 municipios donde “las fuerzas progresistas suman más que la extrema derecha”. Así, la izquierda no solo tendría opciones reales, sino que demostraría pragmatismo y unidad.
Tavares espera que esta amenaza despierte al PS y al PCP, que siguen compitiendo entre sí en lugares como Setúbal o Évora. “Es hora de dejar atrás el pasado y comprometerse con una nueva forma de gobernar.” Si no comprenden el “peligro” de la extrema derecha, LIVRE contará con el BE y buscará otras alianzas.
Es decir, el próximo ciclo estará condicionado por la extrema derecha. Frente a esto, la izquierda no puede acudir dividida, presentando 3 o 4 papeletas. El ejemplo fue Francia, donde el Frente Popular logró frenar a Le Pen movilizando también al voto abstencionista y migrante.
Alemania primero y Portugal después han sido laboratorios del nuevo ciclo político. Francia pudo cambiar su destino gracias a un frente único de izquierdas. España, en 2027, tendrá la oportunidad de elegir: seguir el camino de Alemania y Portugal, o el de Francia. Si termina de una vez la absurda guerra entre Sumar y Podemos y se forma un nuevo frente democrático y plurinacional, una nueva victoria aún sería posible.
Es la hora de los frentes populares. Hay que formar una coalición de clase entre el voto urbano, formado y progresista, y el voto desencantado y sin estudios de las periferias. Nos jugamos, posiblemente, nuestros derechos.
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