Barcelona ya lleva años convirtiéndose en un parque de atracciones, en una anodina ciudad europea más. Los especuladores han dedicado edificios enteros exclusivamente al turismo, a través de plataformas digitales. Por si fuera poco, aprovechando los agujeros legales que contenía la Ley de Alquiler aprobada por el gobierno de Pedro Sánchez, los especuladores inmobiliarios han encontrado una nueva artimaña para subir los alquileres: destinarlos a contratos de temporada (supuestamente de carácter excepcional), de un máximo de once meses. Al pasar de contrato habitual a contra de temporada se puede subir el precio sin ningún tipo de límite.
Bien, este el contexto general. Por supuesto, no es un problema particular de una ciudad como Barcelona, sino que afecta a muchos lugares de España, Europa y el mundo entero. El capital debe seguir acumulándose y el alquiler debe ser cada vez más rentable para los fondos de inversión que adquieren inmuebles para especular.

Un día la especulación se presentó en casa de Josep Torrent, vecino del Eixample. Este profesor de matemáticas de 49 años vivía de alquiler en un edificio conocido como la Casa Orsola desde hacía más de veinte años, cuando se desplazó a Barcelona para estudiar su carrera universitaria. Allí vivió, en su casa, en su barrio, hasta que un día del año 2021 a todos los vecinos les llegó una carta: un fondo de inversión llamado Lioness Invesiones había comprado el edificio entero y les anunciaba que debían irse todos los inquilinos, ya que a partir de ahora los pisos se convertirían en viviendas de lujo. ¡Se les expulsaba!
Josep decidió picar el timbre de sus vecinos. Hablaron entre ellos i decidieron organizarse y contactar al Sindicato de Inquilinas. Y así empezó una historia de lucha que Albert Ollé i Bartolomé, dueño de Lioness y patricio de la burguesía barcelonesa, sin duda no esperaba encontrarse. Comenzaba el pulso.
Además, el nombre de la Casa Orsola tiene un origen histórico que convierte a este edificio modernista en patrimonio de la capital catalana. Fue construida justo delante de la Fàbrica de mosaics hidràulics Orsola, Solà i Cia, una gran industria de azulejos hidráulicos fundada por el empresario italiano Giovanni Orsola en el 1876. Si bien la fábrica fue demolida, la casa donde vivían la familia Orsola y los pisos superiores dedicados al alquiler se integraron en el ideal urbanístico de Ensanche planteado por Ildefons Cerdà, republicano federal y socialista.
Josep y otras personas de Casa Orsola tomaron la decisión militante de quedarse y resistir, de no obedecer a la nueva propiedad. Como muestra de lo que pretendía Albert Ollé, basta ver que los pisos que gradualmente quedaban vacíos se ponían en alquiler a un disparatado precio de dos mil euros, cuando el precio anterior era de setecientos.
Han pasado los años, y la propiedad ha llevado el caso hasta los tribunales. Pusieron fecha y hora para el desahucio de Josep Torrent. En una fría noche del 30 de enero del 2024, el Sindicato de Inquilinas, organizaciones políticas y sindicales, vecinos, artistas y periodistas participaron de una maratón de conciertos, debates y actos políticos que se podían seguir en directo. Por el balcón de la Casa Orsola han pasado músicos, sindicalistas y un emocionado Josep, abrumado por el calor de la gente solidario de los barrios de Barcelona. A la mañana siguiente, centenares de personas madrugaron para parar el desahucio, que finalmente se ha pospuesto para el martes a las cinco de la madrugada.
Bajo el balcón la gente grita que la clase trabajadora sigue existiendo y que sigue teniendo organizaciones colectivas. En su discurso, Josep recorrió un hilo rojo de luchas populares: desde la huelga de alquileres que realizó la CNT en los años treinta hasta la lucha vecinal de los vecinos de Torre Baró que secuestraron el autobús 47, liderados por Manuel Vital, militante del PSUC.
La lucha de la Casa Orsola es un grito de esperanza y rebeldía en mitad de una oleada reaccionaria que parece hacerse más fuerte a medida que la ultraderecha de Meloni, Trump y Elon Musk va ganando posiciones. Constituye un acto de presencia popular en un momento en que el ciclo del cambio y el Procés están agotados y son ya historia. Parece evidente que en estos momentos de desesperanza y agotamiento quien tiene la iniciativa política son hoy por hoy los movimientos sociales y especialmente el movimiento por el derecho a la vivienda. El balcón de la Casa Orsola se ha convertido en un símbolo contra la gentrificación y la pérdida de identidad colectiva de Barcelona. ¿Hasta donde puede escalar el conflicto?
L’Ajuntament va tenir dret de tempteig per comprar casa Orsola quan els hereus no van poder pagar l’injust impost de successións.
¿Per què li hem de demanar a un empresari que perdi diners si ni tant sols l’administració ha volgut comprar-la per fer-hi lloguer social?
Cinisme!