90 puestos del Claustro de la Universidad de Zaragoza son para el sector estudiantil. En 1995, el colectivo Movida (Movimiento por los derechos del alumnado, soporte básico de la candidatura EDU) obtuvo 5 escaños. De aquel pequeño grupúsculo, a ser hoy el colectivo transversal en la historia reciente de la Universidad de Zaragoza.
EDU ha continuado con su estrategia histórica: el trabajo de masas. 21 listas sobre 23 colegios electorales posibles. 284 candidatas recogidas hasta el último aliento. 124 aulas visitadas y miles de octavillas repartidas.
El trabajo que han realizado las militantes del colectivo ha de ponerse en valor. Los nervios que atenazan antes de entrar a un aula con 60 estudiantes en los que tienes apenas 60 segundos para transmitir un mensaje inequívoco: vota, es posible al menos luchar porque cambien las cosas. El escucharte alguna estupidez del profesorado o estudiantes filofascistas que protegen sus prebendas. O soportar la indiferencia de quienes ostentan la responsabilidad y miran a otro lado, siempre a otro lado, en los despachos del rectorado.
Y frente a ellos, ellas. Mujeres jóvenes en su mayoría que vienen de los barrios a molestar a las castas académicas, que arman una organización que ha sido capaz, en sus 28 años de historia, de bajar las tasas de matrícula, mejorar la frecuencia del bus urbano, lograr la creación de la Casa del Estudiante, borrar el santoral de la fiesta principal de la Universidad de Zaragoza, firmar un acuerdo con Unilaica para pelear por el laicismo en las instituciones académicas, echar a decanos corruptos y aliarse, siempre, con las fuerzas transformadoras de la comunidad educativa.
La Universidad de Zaragoza no es un frente plácido. Los catedráticos (son varones en su mayoría) son corporativos y si nos miran, lo hacen por encima del hombro; los decanos corrompen al alumnado con baratijas para mantener el statu quo en sus facultades; muchos delegados y delegadas lamen las manos que les dan de comer y una mayoría conservadora no tolera que los colectivos universitarios seamos fuertes y hagamos propuestas que afecten al conjunto de los campus.
En ese marco cobra importancia lo que han conseguido María Sanz, Eva Blasco, Cristina Martin, Raquel Medrano, Iker Algarate, Mario Duque, Álvaro Lopez, Antonio Lázaro, Jennifer Estaun, Irene Pérez, Julián Crespo, Reynaldo Montealegre, Ernesto Ortin, Saira Galarreta, Marcelo de Echeandia, Beatriz Galvan, Malena Mañeru, Alba Gracia, Alba Asso, Laeticia Khoudi, Pablo Quilez, Juan Casabona, Dadah Laliena, Sam Meléndez y todas aquellas a las que no puedo nombrar. Trabajar, mientras un pelota que se fotografía con Milei te difama en redes sociales, sube la adrenalina al más pintado.
Esas heroínas beberán en los próximos días el licor dulce del trabajo bien hecho, de la victoria por mayoría absoluta de una fuerza progresista y transformadora que pretende la defensa de la universidad pública y el acceso de los hijos e hijas de las clases trabajadoras a los estudios superiores.
Les queda en el futuro inmediato una lucha fantástica, recogida en su programa electoral: el acceso a viviendas y residencias con precios topados, la bajada de las tasas académicas (la de Zaragoza es la sexta más cara de España), la gratuidad del transporte público y la transformación de nuestra alma mater en un centro laico.
¡Hurra por las 46!
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