Un espacio de entrevistas que nace con la voluntad de compartir visiones y experiencias de personas relacionadas con las Casas de Juventud.

En esta ocasión centramos la conversación en el tema institutos. Estamos con dos profesores, Mar Martin, Química y activista del agrupamiento Escolta de Burriana, y Arturo Burdeus, Economista, activista del mismo agrupamiento escolta, profesor de la Escola d’Animadores y actualmente presidente de la Federació d’Associacions d’Estudiantes FADES.

Actualmente, hay debate abierto entre las entidades del ocio educativo valenciano sobre el papel que tienen que jugar respecto a la entrada a centros educativos. Los dos sois profesores de secundaria, ¿nos contáis qué pensáis sobre cómo se plantean las tutorías y las entradas de otros agentes educadores al aula?

(Mar) El curso pasado fui tutora de primero en un pueblo pequeño del interior de Castelló. El plan de tutorías no se consensuaba de la manera que pienso que sería la más adecuada. Por ejemplo, en mi clase entraron muchas veces personas que venían desde la Mancomunidad y de la Diputación con temáticas que nadie había pedido.

Además, al ser intervenciones puntuales no acababa de importar el estado en el que se encuentra el grupo de clase, la conexión con el alumnado muchas veces era mínima. Las personas que entran a tutorías acaban dando lecciones de lo que se tendría que hacer desde una “superioridad moral” que a veces es contraproducente para el grupo. Tienen 14 años, se tiene que trabajar con ellas desde otro punto, con una metodología adecuada y adaptada.

(Arturo) En algunas sesiones regalan material y esto engancha. Por ejemplo, si nos dan bolsas de reciclaje, las utilizamos para que todas las clases tengan su punto verde. Pero no engancha con el alumnado, es más atractivo para el profesorado y realmente su poder educativo es muy relativo.

Entonces, ¿cuál sería la opción, no dejar entrar a nadie?

(Arturo) No. Pienso que el profesorado necesita que otras personas vengan a decir lo que nosotros pensamos y trabajamos con ellas y ellos.

Una opción sería que las entidades especialistas puedan formar al profesorado, dar contenidos que trabajar en clase. Que compartan metodologías que se utilizan en la educación no formal, pienso que nos vendría muy bien.

Cada vez más, hacemos proyectos que utilizan los recursos humanos y materiales que tenemos dentro y fuera de los centros educativos, innovamos y damos forma a nuevos proyectos como ecodelegados, aulas de emprendimiento, bibliotecas adaptadas. Estamos en un punto en el que abrir los centros es necesario; desde la vivencia y la experiencia se aprende mucho más.

¿Y qué pensáis que se podría decir a esas entidades que entran y no acaban de cumplir con las expectativas esperadas?

(Arturo) Es importante crear el clima idóneo para que el aprendizaje sea significativo. Hay que pensar las sesiones con esta perspectiva, hay momentos en los que pasan oportunidades educadoras y hay que aprovecharlas.

Como educadoras, muchas veces tenemos que provocar y forzar esas oportunidades educadoras que nos permiten trabajar con las personas. Hay que tener un plan. No solo trabajamos contenido, la metodología es básica. Hace falta que dediquemos muchos esfuerzos. Las entidades que entran a aulas tienen que compartir este plan, no pueden ir a lo suyo.

(Mar) Si las intervenciones son puntuales, la implicación y la sensación de responsabilidad sobre esa acción de la persona que la da es mínima. Haría falta que el profesorado detectara la necesidad en el alumnado, que pueda trabajar de manera adecuada la temática y que se pueda coordinar con la persona especialista. Una cosa importante y que de vez en cuando se nos olvida, es la devolución que se hace de todo el proceso, tanto al alumnado como al claustro, incluso a las familias. Entrar en clases sin conexión con lo que hacemos luego tiene sentido.

Muchas veces al profesorado se le acusa de poca implicación en todo lo que no sea estrictamente contenido de su asignatura. En estas sesiones de aula, ¿qué hacéis vosotros, os quedáis en clase o marcháis?

(Mar) Entiendo que hay temáticas en las que quizás mejor que el profesorado no se quede en clase, así el grupo está más libre para decir lo que piensa. Pero estar en clase, para mí como docente, es básico para saber qué se trabaja y poder continuar después en la línea, y reconducir si hace falta.

(Arturo) Muchas veces los propios profes necesitamos llenar tutorías, y el alumnado detecta esto, saben que a las profes no les interesa y ellos se desmotivan más. Sobre todo, a final de curso cuando la asistencia baja. Debemos pensar cosas que los conecten más, con las que el alumnado se identifique.

También hay que decir que muchas veces las clases son muy grandes, de más de 30 personas, es normal por parte del profesorado estar saturado.

¿En que pensáis que pueden ayudar las entidades de ocio educativo a la educación formal?

(Mar) Mejorar la convivencia del grupo con una charla no tiene sentido. Yo he participado de manera activa en un grupo scout toda mi juventud, quizás de aquí me venga el deje, pero aprovechar una hora de tutoría haciendo dinámicas de grupo en el patio es mucho más efectivo.

Muchas veces desde la visión adulta damos consignas de lo que tienen que pensar. Muchas entidades llevamos años intentando no hacerlo, tenemos que enseñar a pensar, no decir lo que tienen que hacer, si no harán el contrario. Por ejemplo: una charla sobre drogas en una clase de primero de la ESO, puede estar abriendo una puerta a la curiosidad y empezar a probar cosas, o “sé feminista”, parte de la clase se puede sentir atacada o cuestionada y acabar en posturas más machistas todavía.

(Arturo) Cuando entra un monitor a clase y dice “tenéis que reciclar, si no reciclas…” a ver como acabas la frase, porque si no reciclas no pasa nada. Hay que provocar pensamientos, hacer que duden y que se replanteen sus opciones.

Hay muchas entidades con profesionales, educadoras que se creen la profesión y son conscientes de su poder transformador. Trabajar el tiempo libre y desde la asistencia voluntaria les da otro enfoque en la educación y a la necesaria motivación para que el aprendizaje sea significativo. Es muy interesante que esta visión se traslade a las aulas.

¿Nos podéis contar alguna experiencia positiva en los centros donde estáis?

(Arturo) Estuve en un centro donde había 3 personas para limpiar el patio en el que habían almorzado 1.500 alumnos. No pueden limpiar el patio y reciclar a la vez. Se trabajó con las personas delegadas y ellas mismas se encargaban de los puntos limpios de recogida de residuos del patio. La opción fue reducir residuos, trabajar para que fuera un compromiso del centro, concienciar al alumnado para llegar al residuo cero.

Además, están las asociaciones de alumnado, como espacios de experimentación y aprendizaje de competencias educativas. Son grupos de participación que mejoran los centros educativos y dan recursos a los y las adolescentes para hacer posibles sus ideas, organizando actividades en el centro y tomando ellos y ellas sus propias decisiones.

(Mar) Tenemos que conseguir que los IES sean espacios seguros. Los grupos organizados de alumnado nos pueden ayudar a hacerlo real, a que ninguna persona se pueda sentir cuestionada por lo qué es.

¿Pensáis que el perfil de persona joven implicada está cambiando?

(Mar) Quizás, tenemos que estar atentas para saber ofrecer lo que necesitan. Escucharlas. Si entienden que el IES es un espacio hostil es un problema, tenemos que romper con esta idea.

(Arturo) Pensamos que tenemos que saber derivar a las personas a proyectos reales que pasan más allá del aula, que pasan por las tardes, los fines de semana, en verano. Muchas veces ves en el centro a personas que serían grandes líderes en un grupo de teatro, u organizando un torneo de juegos, tenemos que saber que tenemos aliados fuera de las aulas para hacer posible que estos adolescentes tengan oportunidades reales para desarrollar sus inquietudes.

Gracias por todo, Mar, Arturo.