Maite Ramos es ex Técnica de participación ciudadana
El mundo del futbol nos está lanzando noticias relevantes ajenas al deporte en sí. Parece que este espacio se ha convertido en un sorprendente laboratorio sociológico. La agresión de Luis Rubiales a Jenni Hermoso tuvo como consecuencia su expulsión de la presidencia de la Federación Española de Fútbol, tras la gran movilización social y feminista de apoyo a Jenni. Ahora parece que se nos habla de la dignidad de los barrios de la periferia con mucha población racializada. Nos hablan de Lamine Yamal, del 304.
El tres, el cero y el cuatro son los últimos dígitos del código postal del barrio de Rocafonda, en Mataró. Creado a finales de los sesenta para alojar a la clase trabajadora española que acudía a los grandes centros industriales en busca de empleo. En los años noventa, empezó a acoger población procedente del Magreb y del África subsahariana, de América Latina, Oriente y Europa del Este. Actualmente, tiene unos 11.000 habitantes y la población racializada supone casi el 35% del barrio.
Allí creció Lamine Yamal. El jugador que con su gol clasificó a la selección española para la final de la Eurocopa de Futbol 2024, desatando el furor. Siempre que marca un tanto, Lamine lo celebra orgulloso. Dibuja el 304 con sus manos. Un gesto que repiten los chavales y chavalas de su barrio. El 304, número de la dignidad.
Dicen las crónicas que el joven futbolista de diecisiete años no lo tuvo fácil. Familia con padre originario de Tánger y madre ecuatoguineana. Con dificultades económicas. Cuenta el dueño del bar ‘Los cordobeses’ de Rocafonda que en alguna ocasión le prestó dinero al padre para que pudiera coger el tren con su hijo y no se tuvieran que colar en el vagón para ir a los entrenamientos. Hacían traslados de más de dos horas para llegar al centro deportivo. Hoy, es toda una figura deportiva que ha demostrado lealtad a sus orígenes y una cierta chulería. Esperamos que la fama y la gloria no lo arruinen.
Esperamos también que en Rocafonda aparezcan más Lamines. La meritocracia nos dice que una persona si se esfuerza puede llegar a conseguir grandes cosas, un ascenso en la escala social. Pero lo cierto es que es difícil de creer. Porque lo que vemos -en la mayoría de los casos- es prosperar a personas pertenecientes a familias con una buena posición económica o personas bien situadas y con contactos. Que en muchas ocasiones viene a ser lo mismo.
La sola apuesta por el mérito desliza la idea de que con esfuerzo cualquiera puede llegar donde quiera. Que el fracaso es individual y no un problema que atañe a la sociedad. La excepción se quiere convertir en regla.
En la España franquista, a las clases populares y excluidas se les presentaba la tauromaquia o el mundo de la canción, como una opción de triunfo y salida de su precaria condición. Una posibilidad de ascenso social. Ahora la esperanza para las personas pobres y soñadoras de las barriadas parece ser el futbol.
Está muy bien la dignidad del Mataró del 304 y el orgullo del futbolista adolescente. Pero, también estaría bien la dignidad de un barrio que contara con un gran número de centros educativos y suficientes profesionales que pudieran atender las necesidades específicas del alumnado. De una sanidad bien dotada, de infraestructuras y actividades para el ocio y tiempo libre, de apoyo al tejido social y la vida comunitaria. De un sistema de cuidados que permitiera a las familias un desahogo en el día a día. De unos precios de alquiler de vivienda no alarmantes. De salarios dignos.
No queremos héroes, ni heroínas. Queremos personas con derechos que dispongan de la opción de ser lo que quieran. Si el barrio de Rocafonda tuviera un gran número de servicios públicos, quizá serían posibles muchos más gestos 304.
Veríamos la foto de una médica en la puerta del Centro de Salud dibujando un 304. Habría un abogado a la puerta de un juzgado dibujando un 304. Profesorado y alumnado en colegios e institutos juntos dibujando un 304 … Queremos más Lamines cotidianos.
En un reciente concierto, Estopa cantaba ‘Lamine Yamal, cada día te quiero más. Lamine Yamal, cada día te quiero más.’ Pues eso, lo queremos. A él y a las veinte personas menores no acompañadas que llegan a Aragón y al resto de comunidades. Esperamos que haya futuras médicas, panaderas o abogados. El mundo sería mejor.
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