Hace muchos años Karl Marx escribió que la religión era el opio del pueblo. Según él se trataba que la iglesia ayudaba a alienar a la gente de los verdaderos problemas que tenían. Años más tarde alguna gente pensaron que el nuevo opio del pueblo era el fútbol y las drogas. Decían que el fútbol era el instrumento de la dictadura para esconder los problemas reales de la gente en la carencia de libertad y de justicia. Pero poco a poco en contacto con el poder, en vez de cambiar el poder –como se obvio-, cambiaron ellos y empezaron a decir que era bueno que el fútbol porque nos aliena a todos. De las drogas se llegó a decir que la virtualidad creada por las drogas y los viajes era tan real o más que la realidad misma (Luis Racionero).
Una vez llegada al fin de la historia ahora nos dicen de las grades virtudes que tiene Internet, que si patatim que si patatam. Todo mentira. Mientras las personas están mirando una pantalla dejan de ver y vivir la realidad, mientras Ellos actúan en la realidad y controlan con Internet que nadie se oponga, a que nadie piense a oponerse a nada. Ahora se hacen manifestaciones virtuales, huelgas virtuales, protestas virtuales, boicots virtuales, todo menos cambiar las cosas. ¡Lo que debe de reír el Vil Gueits!
De todas las frases que han hecho fortuna la que nos recordamos menos es la inicial, el opio del pueblo, sueño de los fundamentalismos. Es decir, todas aquellas ideas o dogmas que alteran nuestra conciencia. Pues bien, ahora se ha conseguido que los psicofármacos sean los medicamentos más usados de nuestra farmacia y eso sí, financiados con dinero público. El sueño de aquellos que creen que ha llegado el fin de la historia, aquella sociedad donde, aunque injusta nadie osará criticar, ni aun en pensar de criticarla, ha llegado. Tendrán el cerebro enturbiado por el opio o por Internet. Es igual.
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