Inteligencia para concebir, coraje para querer, poder para forzar

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Revista laica para la reflexión y la agitación política republicana

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Nietas de la República. El fascismo español explicado a los jóvenes (IV)

2/05/2025

La izquierda entra en el Ayuntamiento de Zaragoza en 1979

1. El fin del ciclo electoral: las elecciones municipales

El Reino de España recelaba de las elecciones municipales. Las del 12 de abril de 1931 trajeron la República. Por esta razón fueron pospuestas hasta después del ciclo electoral iniciado en junio de 1977. Es decir, dos años después de las primeras elecciones democráticas los 10.000 pueblos y ciudades españolas aún tenían ayuntamientos franquistas. Por fin se celebran en 1979 y en el Ayuntamiento de Zaragoza vence el PSOE, que gobierna en coalición con los cuatro concejales del PCE y los dos del PTE. La concejalía de Juventud recayó en Jerónimo Blasco, por el PCE, y el jefe del Servicio de Juventud fue el dirigente de la UJCE Víctor Viñuales. Jerónimo Blasco, cuarenta años después, nos explica los inicios: “Una de las ideas fuerza era que había que crear concejalías de Juventud y Casas de Juventud. El PCE consideró que alguien del movimiento juvenil debía integrarse en las listas. Así pues, el año 1979 fui, como independiente, uno de los cuatro concejales del Partido Comunista de España en el Ayuntamiento de Zaragoza. Pusimos en marcha las primeras CdJ y se creó la Delegación de Juventud. Tenía unos 20 años y también llevaba cultura. Teníamos que trabajar con funcionarios franquistas y no había habido ningún servicio de juventud. Al final incluso nos marchamos de las casas consistoriales, nos fuimos a unas oficinas y fichamos a gente de fuera. Nosotros decíamos, medio en broma, que era un ayuntamiento paralelo. Mi experiencia con Ramón Sáinz de Varanda fue magnífica, al principio todo era muy difícil, todo eran pegas, pero supimos conectar con el movimiento juvenil y había mucha complicidad”. José Luis Palacios, desde fuera del ayuntamiento, nos explica: “El PCE, con Jerónimo Blasco con una concejalía muy potente, empieza a poner en marcha las políticas de juventud muy al calor de las políticas de juventud del Ayuntamiento de Barcelona y estos al calor del Ayuntamiento de Turín gobernado por el Partido Comunista Italiano (PCI). Se trata de políticas culturalistas. Dan conciertos para los jóvenes en la sala Metro, como la movida madrileña. Más adelante este enfoque se supera y se trabaja en políticas integrales, con Víctor Viñuales como jefe de servicios y con José Ángel Martí”. En 1983, con la mayoría absoluta del PSOE, se hace cargo de las políticas de juventud Emilio Comín. Lo cierto es que las políticas de juventud de los ayuntamientos a partir de las primeras elecciones de 1979 generan una gran ilusión. Palacios lo describe así: “Las políticas locales tienen un doble valor: suponen el primigenio –casi único– impulso a una estrategia de intervención en materia de juventud desde las administraciones –frente a los gobiernos estatal y autonómico–; y, en segundo lugar, sientan las bases para configurar a los jóvenes como agentes y no solo sujetos de esta intervención. Las primeras políticas de juventud municipales centran su acción en el ocio de los jóvenes casi exclusivamente –conciertos, acción cultural, aire libre…– pero tienen un carácter ‘culturalista’, que no atiende a la integralidad del individuo y por tanto a sus problemas globales: empleo, vivienda, educación… Esta es su principal carencia conceptual. Pero el espíritu de los nuevos concejales y técnicos –procedentes del movimiento juvenil antifranquista– genera una enorme ilusión y fructifica en acciones políticas que sentarán las bases de las políticas del decenio 1985-95. Sin soporte económico e infraestructural –los ayuntamientos tienen una hacienda en bancarrota– ni, incluso, jurídico-administrativo, se generan programas y servicios con voluntad política innegable. Los centros de información juvenil, de recursos, las CdJ, los programas de apoyo al asociacionismo o de dinamización sociocultural se desarrollan en la mayoría de las localidades españolas, frente a unas administraciones autonómicas incapaces, hasta mucho tiempo después, de articular políticas democráticas de juventud”. Ahora seguimos a Viñuales. En los primeros ayuntamientos democráticos “había mucha gente que había entrado con la mejor ilusión, predisposición y pasión. En aquel momento no había nada y cuando no hay nada es fácil mejorar y hacer cambios enormes. Pasar de una ciudad en la que no hay ni un Centro de Juventud a conseguir que haya uno es un cambio de cero a cien. Hicimos la primera ‘Muestra de pop-rock y otros rollos’ con grupos de música juveniles con gran éxito porque nunca había habido nada parecido con el Ayuntamiento apoyándoles, todo estaba empezando y las cosas estaban menos encorsetadas”. Para ilustrarnos sobre cómo funcionaban las cosas en aquellos momentos nos pone tres ejemplos sorprendentes. En primer lugar “teníamos la política de apoyar a las organizaciones juveniles con pequeñas ayudas a las actividades que iban surgiendo. En un momento determinado el alcalde de Zaragoza, Ramón Sainz de Varanda, secuestra una revista, un fanzine de cómic que nosotros habíamos apoyado desde el Servicio de Juventud y que se vendía en los kioscos. Se llamaba 600 centras. Lo secuestró porque en el cómic había una felación a Carolina de Mónaco”. Obviamente en la revista constaba “con la colaboración del Ayuntamiento de Zaragoza”. Viñuales continúa: “Alguna familia de bien lo vería, se lo diría al alcalde y el alcalde mandó secuestrar la revista. Eso quiere decir que policías municipales fueron a los kioscos a secuestrar la revista”. Un segundo ejemplo: “En otro momento el alcalde cerró las oficinas del Servicio de Juventud con cadenas. La verdad es que no se acordaron de que había otra puerta por la que podíamos entrar”. Un tercer ejemplo: “Hicimos un debate sobre el amor donde estaban Josep Ramoneda, Isabel Escudero, Genoveva Rojo y Josep Vicent Marqués. Todo era muy embrionario, cada departamento hacía su nota de prensa. Yo redacté una nota de prensa donde decía que Isabel Escudero era subdirectora general de Relaciones Amorosas del Ministerio de Cultura y que Genoveva Rojo estaba doctorada en Amor por la Universidad de Perugia y la prensa, claro, lo reprodujo mucho. En la prensa española Jaime Capmany, un fascista, dijo que era una vergüenza que en la administración central hubiera una Subdirección General de Relaciones Amorosas, que era una vergüenza del gobierno socialista. Fernando García Tola, periodista que hacía un programa en TVE que se llamaba Si yo fuera presidente, dijo que si no existía este cargo habría que crearlo”.

Otra de las acciones importantes fueron los Proyectos de Integración de Espacios Escolares (PIES) que consistían, según Viñuales, en que “si había un instituto en un barrio y en el barrio no había infraestructuras, las instalaciones del instituto estuvieran abiertas al barrio. Estos proyectos estaban abiertos a los jóvenes que no iban a este instituto y la iniciativa se fue transformando en animación”. “También creamos”, nos dice Blasco, “el Centro de Información para Actividades Juveniles (CIPAJ)”, algo parecido al Servei d’Informació i Promoció d’Activitats Juvenils de Catalunya (SIPAJ).

2. Las políticas municipales de juventud, algo se torció muy pronto

Una parte de la responsabilidad en el inicio del fracaso de las políticas de juventud en España la debemos al tan inmerecidamente recordado alcalde de Madrid Enrique Tierno Galván. Mientras algunos pretendían hacer políticas de juventud transversales, y luego integrales, con mucho denuedo y esfuerzo, otros lanzaban valores que intelectualmente son responsables de un fracaso que llega hasta el 15M. En la etapa inicial de gobiernos municipales democráticos y de izquierdas el Ayuntamiento de Madrid acabó con el débil tejido asociativo de izquierdas. Tierno Galván es uno de los fraudes de la izquierda española de más dimensión. Empezó fraudulentamente con su propia biografía ya que se inventó una familia inexistente, pero el mal más profundo lo perpetró al apoyar y/o crear “La Movida”. Fue el primer ejemplo de políticas culturales posmodernas a gran escala en España. Durante los años del franquismo y de la mal llamada transición a la democracia se fue reconstruyendo, con muchas dificultades, o construyendo de nuevo, el tejido asociativo. Cuando llega la democracia a los ayuntamientos en 1979 se esperaba que los gobiernos municipales gobernados por la izquierda hicieran una apuesta firme a favor de las asociaciones para dar locales y medios profesionales y económicos al trabajo que hasta la fecha se realizaba en espacios penosos y con mucho voluntarismo. Para sorpresa de todo el mundo, Tierno Galván da la espalda a toda esa gente –lo mejor de la izquierda madrileña– y opta por “La Movida”. La Movida combina diversos factores. Seguramente el único positivo es el descubrimiento de la calle como espacio lúdico: la calle como fiesta. El problema es que este aspecto positivo se podría haber logrado igualmente sin acabar con la tradición de la izquierda. Pero La Movida significa optar por un discurso antipolítico, por el pasotismo, por el desinterés de tintes franquistas por lo colectivo. Significó un ataque brutal contra la ética civil republicana del Madrid del “no pasarán”, del Madrid heroico, que emocionaba al mundo entero. Se trataba de acabar con el Madrid que paró el golpe de estado franquista a las puertas de la ciudad universitaria, con un pueblo en armas contra el ejército africanista. Pero también se trataba de borrar la lucha antifranquista más reciente. Ello interesaba tanto a los restos del franquismo muy presentes aún en la capital como a Tierno por dos razones. La primera, personal, para que no se supiese su real trayectoria y biografía personal y, la segunda, para desmovilizar Madrid. Premisa indispensable para gobernantes con poca sensibilidad democrática. Pero sin duda el momento más penoso para las ideas y los valores republicanos es cuando Tierno lanza la consigna más inmoral que un político haya hecho nunca (obvio a los acebes, rajoyes y aznares, por supuesto). En un concierto de rock financiado por el ayuntamiento, Tierno habló. Era habitual entonces que, ante el desencanto brutal de los jóvenes por la política, las instituciones organizaran conciertos para que sus responsables tomaran la palabra dirigiéndose a los jóvenes ya que no podían hacerlo en ningún otro sitio ni ocasión. De hecho, así ha sido hasta el 15M. En el concierto Tierno dijo a los jóvenes en 1984: “El que no esté colocado, que se coloque y al loro”. ¿Qué hubiera pasado si los miles de personas del movimiento obrero, del movimiento vecinal o de los colegios profesionales o de otros ámbitos de la vida asociativa madrileña, en vez de luchar por la democracia y la libertad de España, se hubieran colocado? ¿Qué mensaje daba a los jóvenes en aquellos momentos en que las drogas hacían estragos en Madrid? No fue una excepción madrileña, fue un fenómeno general organizar grandes conciertos donde los políticos intentaban hablar antes de empezar el concierto. La verdad es que desde las instituciones se intentó combatir la cultura transformadora obrera y popular por la alienación y la movida. 

3. En contexto. El desconcierto en las políticas de izquierdas

Fueron los años de la gestión directa y profesional desde la administración local de todo tipo de proyectos e ideas que provenían de la sociedad civil. En vez de ayudar, las propias instituciones ejecutaban los proyectos en una competencia absolutamente desleal a las entidades a las que debían su legitimidad. Esta política estuvo a punto de hundir el pobre tejido asociativo. Por suerte, unos años más tarde su propia incompetencia provocó que se abandonara el erróneo modelo. Se hizo, como casi siempre en las grandes instituciones, sin analizar el fracaso ni asumir el error, por lo que en ningún momento se dio la razón a aquellos que lo habían criticado. 

Durante la transición la izquierda tenía una confianza ilimitada en la tarea de las instituciones producto de un ideologismo estatista y de un desconocimiento flagrante de la naturaleza del “poder”. Una ingenuidad derivada de la carencia de referentes –ausencia de una generación anterior entrenada en la gestión municipal– mezclada con el cinismo de intentar gobernar sin controles cívicos. Estos problemas, de una manera u otra, los sufrieron por contagio todos los ayuntamientos. Todo ello ayuda a entender la incapacidad de la izquierda para leer su papel en la entrada de la democracia y su peculiar forma de concebir el rol de las instituciones, los partidos y la sociedad civil. La izquierda no sabía, no sabe, que el franquismo no elimina globalmente la sociedad civil, sino que fragmenta el país entre librepensadores y católicos. Elimina, extermina una de las “dos Españas”. Por lo tanto, en la recuperación democrática era necesario reconstruir la sociedad civil de izquierdas exterminada durante cuarenta años. Y esa es una tarea imposible sin un conocimiento del propio pasado y las propias raíces.

Por el contrario, parecía como si la alternativa a los movimientos confesionales tuvieran que ser los servicios municipales. De hecho, actuaron de tapón en la emergencia de movimientos progresistas y consiguieron mantener el estatus de monopolio confesional del ocio infantil y juvenil durante bastantes años. En el campo de la formación de cuadros pasó lo mismo. Así es como nacen las escuelas de formación de las instituciones públicas. Además, ante la hegemonía aplastante de las organizaciones católicas, las únicas permitidas por la dictadura al calor del Concordato, como veremos más tarde, se pensó que la alternativa eran las actividades municipales y no la reconstrucción de organizaciones laicas y de izquierdas. Un error propio de la incapacidad y el desconocimiento de la historia del país. 

No solo no reflexionamos sobre el pasado más lejano, sino que el esquema de actuación institucional se traslada a los tiempos más recientes y no hay debate sobre lo que se ha hecho y no se ha hecho en estos cuarenta años, cuando ya tenemos suficiente distancia y experiencia para valorarlo. Se han perdido cuarenta años. Se han intentado atajos donde hacía falta espíritu republicano: patrimonio, tradición, reflexión, formación, paciencia y empezar de cero. No sabían bastante.

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