Hoy la tecnología nos permite llegar a la luna, hablar por una maquinita pequeña inalámbrica con una persona que vive en cualquier lugar del mundo. Mientras tanto miles y miles de personas pasan hambre y millones de personas en el primer mundo son pobres o parados. La ciencia y la tecnología tendría que servir en teoría para hacernos más agradable la vida. A la hora de la verdad no es así. Nunca ha sido así. La mecanización en la industria se podría haber utilizado para liberar a los trabajadores de los trabajos más desagradables y para conseguir más horas de ocio. Las primeras décadas de la revolución industrial quedarán en la historia como una de las épocas más negras de la explotación, el dolor y el sufrimiento de amplias capas populares. Informes como el de Friedrich Engels “La situación de la clase obrera en Inglaterra” nos documentan de la situación de estas clases donde la esperanza de vida se vio terriblemente reducida.
No tenemos escapatoria. Como que todo va tan rápido, se da por supuesto que ahora se puede trabajar mucho más. Ahora, como al 1800, las máquinas no nos liberan de trabajo, nos dan más. Cuánta razón tenían aquellos viejos luchadores que seguían al rey Ludd. Si nadie lo remedia el mundo se dividirá entre unos ciudadanos que se mueren de estrés y otros que se mueren de hambre. Efectivamente estamos viviendo ahora una auténtica revolución tecnológica. ¿Sirve para hacernos más felices? No. Seguro que no.
0 comentarios