Inteligencia para concebir, coraje para querer, poder para forzar

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Revista laica para la reflexión y la agitación política republicana

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Lisístratas en la universidad, una subversión feminista

4/10/2025

Amparo Bella Rando es técnica sociocultural. Activista en movimientos feministas y sociales. Integrante de WILPF, Liga Internacional de Mujeres por la Paz y la Libertad y MHUEL, es concejala en el Ayuntamiento de Zaragoza por Podemos.

Creo que el asociacionismo juvenil y la participación en movimientos que hagan propuestas transformadoras forma parte de la inocencia, de la valentía y el empuje revolucionario de la juventud y que de esta práctica y experiencias se adquieren las herramientas necesarias para actuar y relacionarse socialmente en el futuro. Indudablemente las asociaciones juveniles han sido y son una escuela de formación social y política para la vida.

Hace unos años me invitaron a dar una charla hablando de mi participación en una asociación juvenil  universitaria y quiero compartir parte de lo que dije y digo ahora. Esta es la historia de un proyecto feminista que creo perdura en el tiempo porque, sus propuestas, están vigentes en algunos aspectos y  casi cuarenta años después se demuestra la permeabilidad y los logros de las lucha por el cambio social.

La fundación del Colectivo Universitario Lisístrata, allá por 1983 permitió que sustentara un deseo de crecer a partir de mi experiencia de ser mujer, también de encontrar referentes, interlocutoras válidas con las que llegué a sentirme, no solo querida, algunas de aquellas Lisístratas siguen siendo mis mejores amigas, sino sobre todo autorizada para llevar a cabo todas las ilusiones que indudablemente llevábamos en nuestros corazones, por jóvenes, por ingenuas, por críticas, por subversivas, por esperanzadas, por ser mujeres y porque sin denominarlo así, creo que hacíamos lo que hoy llamamos política de las mujeres, esa que conjuga lo de dentro y fuera en una doble dirección, lo privado y lo público y se mide siempre en las otras mujeres por aquello de situarnos en un simbólico femenino distinto al patriarcal.

Teníamos objetivos claros de romper los hiperliderazgos, los modelos organizativos cerrados. Y sin embargo no dejar de liderar los cambios bajo el prisma de lo que denomino la “feministización” de la política.

Si la eclosión del 15-M y el no nos representan dio una vuelta de tuerca fundamental para la asunción de los asuntos públicos en primera persona, también es cierto que desde la eclosión de los feminismos en el siglo XX muchos colectivos de mujeres han incorporado nuevos modos de hacer política de manera más horizontal y  coral.

Lisístrata surgió en el ámbito universitario entre un grupo de estudiantes de distintas facultades, algunas nos habíamos conocido en actividades estudiantiles en Institutos y actos de otras organizaciones feministas como el Frente Feminista, otras simplemente se conocían por pertenecer a algún colectivo universitario mixto, como “Aquelarre”, o Chamarasca, grupos que pretendían mantener vivo el espíritu contestatario de lo que se llamaba “movimiento estudiantil” en lucha por una universidad pública, comprometida con las necesidades sociales, pero sobre todo en lucha por abrirse camino en esa sociedad de los ochenta, intentando cambiarla.

En aquellos momentos vivíamos el reflujo de las organizaciones estructuradas de los años 70 que se habían formado en la clandestinidad de los últimos años de la dictadura. Estaba finalizando la transición democrática con el susto del golpe de Tejero y las elecciones del 82 que darían el triunfo al PSOE. La década de los ochenta se abrió con lo que sociológicamente se dio en llamar el desencanto político de la población en relación a las expectativas depositadas en el sistema parlamentario, desencanto frente a unos políticos que habían pactado la reconciliación nacional, el olvido del golpe de estado y la represión a partir del año 36, la supeditación de los trabajadores a los empresarios tras los famosos Pactos de la Moncloa y el final de las grandes movilizaciones políticas en la calle. La década de los ochenta también se abrió con la alegre Movida madrileña que mostró otras movidas distintas y otra forma de posicionarse en el mundo. Estaba llegando a su fin la tradicional forma de organización e intervención en la vida pública a través de grandes movimientos de masas.

Referido a las mujeres hemos de recordar la gran eclosión que el feminismo tuvo desde 1975 y 76 con la celebración de las I y II jornadas estatales de feminismo en Madrid y Barcelona. El auge alcanzado en el periodo de la transición con presencia en la calle y los medios de comunicación pidiendo las reformas legislativas y derogación del código penal y civil porque negaba derechos en relación al matrimonio, al acceso a trabajos, profesiones etc., y penalizaba a las mujeres de forma discriminatoria comportamientos como el adulterio,  el uso de los anticonceptivos, el ejercicio de la sexualidad libre y las prácticas abortivas.

En Zaragoza junto a movimientos vecinales habían surgido organizaciones feministas como ADMA (Asociación Democrática de Mujeres Aragonesas) y después junto a otras formaciones de corta duración el Frente Feminista organización que creció mucho y trato de marcar su hegemonía en el movimiento de mujeres de la ciudad partir del año 1977.  Entre el año 1979, en que por primera vez tuvimos ayuntamiento socialista en Zaragoza y también Fiestas del Pilar Populares, y el año 1982, se produjo la denominada crisis del Movimiento Feminista expresada en la fractura y división irreconciliable que se visibilizó en las Jornadas Feministas de Granada. Unas jornadas que abrieron el debate sobre la liberación de la  mujer en diversos temas: sexualidad, lenguaje, violencia y agresiones, cultura de las mujeres, lesbianismo etc.,  pero que  terminaron con la confrontación entre diferentes estrategias de actuación como fueron  por un lado -colaborar o no colaborar con las instituciones- y, por otro lado,  la manera de entender el feminismo: socialista o independiente. Esto llevó a la separación entre los llamados feminismo de la igualdad/feminismo socialista y feminismo de la diferencia, una división que reflejaba distintos deseos en tomo a la identificación de las mujeres en sus prácticas y en sus discursos.

Finalizaban las tradicionales formas de organización e intervención pública con modos y maneras muy masculinizadas, formaciones estructuradas y jerarquizadas, dirigidas por una élite y con la supeditación total de los deseos individuales a los intereses del bien común, algo que el feminismo de los sesenta, con su  máxima de que lo personal es político había roto definitivamente, así como también había cambiado el tipo de relaciones internas en los grupos dándoles un carácter anti jerárquico con capacidad de expresión de todas las subjetividades y un interés mayor en el pequeño grupo de presión.

Todas estas prácticas se iban a visibilizar en los años ochenta, los principios asamblearios y anti-jerárquicos, el funcionamiento en colectivos abiertos, en grupos de afinidad temporal, por oposición a las organizaciones cerradas y definidas. Los años ochenta son los años de los movimientos sociales: feminismo, ecologismo, pacifismo, al tiempo que se produce el intento de control de los mismos bajo hegemonía de determinados partidos extra-parlamentarios, que al quedar fuera de ese espacio asumieron las expresiones de la sociedad civil (movimientos sociales, asociaciones, sindicatos). Fueron años de dispersión en múltiples grupos y nuevas formas de feminismo. A mediados de los ochentas el feminismo como movimiento hizo un desplazamiento cualitativo y de las características unificadoras se pasó a las diferencias: el ver lo que nos distinguía a unas de otras. Era el reconocimiento de la multiplicidad de los sujetos.

El movimiento de mujeres se articulaba mayoritariamente a través de la Coordinadora de Organizaciones Feministas del Estado y a nivel local con la Coordinadora de Organizaciones Feministas de Zaragoza que pervive actualmente. En estos años se produjo el crecimiento e implantación de otros grupos como, Mujeres Libertarias en la corriente anarco feminista, a partir de 1981 y el Colectivo Lisístrata en la Universidad a partir de 1983.

Así pues diversas jóvenes que establecimos contacto a través del movimiento estudiantil (contra la selectividad, subida de tasas, los planes de estudio) y el interés por la actividad y el pensamiento feminista, adquiriendo cierta relevancia por la presencia constante con provocadores y sesudos carteles en las facultades que terminábamos con frases incendiarias como: “contra el sistema premio y castigo abolición de los exámenes” “¿Quien cocina, lava, le hace la cama y cuida al profesor X?, Queremos que esta persona enseñe en la universidad”, “desabróchate el cerebro tan a menudo como la bragueta” (del mayo francés) o “La ciencia no es neutral, la ciencia es macho, es hombre, occidental y blanca, además eyacula y no produce orgasmos”. Carteles hechos a mano con los que empapelamos  todas las facultades del campus al que hoy le llaman la City: denunciamos a profesores con nombre y apellido recogiendo frases textuales dichas en las aulas e irónicamente les concedíamos el premio al “machisticlin” de la semana y les premiamos con una caja de clinex para  que se limpiaran el sexismo y el machismo que exhalaban.

También fue importante la inclusión de una enmienda feminista en los estatutos 1985, lo que confirió presencia al grupo no solo en el campus, también en la coordinación de la actividad feminista en la ciudad. Se constituyó como un colectivo variopinto y plural, con un interés por las lecturas comunes, el debate sobre cuestiones de feminismo y las salidas de recreo. Unas prácticas, todas ellas, que han posibilitado la fluidez, aportando otro calidad en las relaciones y pactos con otros grupos y mujeres de la ciudad desde la aceptación de la diversidad, y también, una fluidez en la permanencia-disolución del grupo, que hace que haya existiera hasta el año 2000 .

¿Que nos motivaba?, ¿por qué la necesidad de un grupo separado?

Yo creo que el factor curiosidad era importante, parecía que nos movíamos con soltura entrando y saliendo de las clases, paseando por el campus, cogiendo el autobús, charlando con los compañeros, emitiendo opiniones en las asambleas de curso, de facultad, tomándonos unas cañas, ligando y flirteando por aquí y por allá entre la convocatoria de exámenes de febrero y la de junio o entre parcial y parcial.

Esta era una realidad que vivíamos con alegría, con intensidad y con libertad, aunque también éramos conscientes de que asumimos roles masculinos para desenvolvemos que no tenían contrapartida por parte de los compañeros, o sea, si había que hacer carteles y pegarlos, allí estábamos nosotras, si había que preparar tortillas de patata para la apertura paralela o cualquier evento estudiantil allá llegábamos nosotras con los tupperware, si había que tomar apuntes y fotocopiarlos para otros, los mejores eran los nuestros con lo cual no te podías picar casi ninguna clase, si había que hablar con el profesor para una negociación delicada mejor una chica, más agradable, dialogante y ecuánime, aunque luego la nota del examen no subiera de seis. Si hacías el amor con un chico y podías quedarte embarazada el problema era tuyo y si hablabas de cosas como los dolores de menstruación, las tareas domésticas para ayudar a tu madre, los piropos en la calle, las agresiones en el campus, las pocas mujeres que había en físicas o Ingeniería, o la salida machista de turno del típico profesor misógino, no eran temas ni atractivos ni importantes, o al menos no eran temas considerados de todos sino solo de nosotras, o se reducían a conflictos personales.

Estas percepciones se unían al deseo de ser protagonistas de nuestras propias acciones. Si existía un renombrado feminismo, a pesar de todos los atributos despectivos que se podían escuchar entonces (son una feas, unas frustradas que no ligan y lo que necesitan es un buen polvo), nosotras también queríamos saber que se cocía entre tanta palabrería, que pensamiento se ocultaba detrás de esa agresividad verbal y en alguna medida, queríamos ser líderes de nuestro propio movimiento es decir, ser sujetos protagonistas en la actividad política de la universidad y que se nos reconociera.

Así, poco a poco, nos empezamos a plantear en conversaciones de bar, ir haciendo algunas reuniones para ver que podíamos intercambiar para hacer frente al machismo real y de pensamiento oculto del medio universitario. Seguíamos la practica común que habían seguido la mayoría de los movimientos feministas en muchos países: el separatismo y la constitución de un movimiento o grupo exclusivo de mujeres, este ha sido el principio organizativo básico para preservar y defender la autonomía feminista y la autoafirmación (una estrategia de separación que se ha dado en otros movimientos como por ejemplo el movimiento negro en EE.UU, los nacionalismos en el tercer mundo o el movimiento sindicalista y obrero de clase en el XIX y XX).

Ya habíamos dado el primer paso. Empezamos a reunirnos en la Delegación de estudiantes de la Facultad de Filosofía para ver quiénes éramos, qué intereses teníamos y que queríamos hacer. Veníamos de distintas facultades, en ese grupo inicial estábamos chicas de Filosofía (historia y filología), Ciencias (físicas, matemáticas, geología), Derecho y Veterinaria.

¿Cuál fue nuestro recorrido inicial?

En aquellos días el tema de las corrientes del feminismo estaba completamente en el candelero para cualquiera que quisiera acercarse al pensamiento feminista y así decimos empezar por leer y debatir. Recuerdo que leíamos la definición de feminismo en el Diccionario Ideológico de Victoria Sau, leíamos aquel número extra de la revista Viejo Topo sobre corrientes de feminismo, en donde escribía Celia Amorós defendiendo el proyecto ilustrado de igualdad, Amelia Valcárcel con su vindicación del derecho al mal. Gemma Rojo defendiendo tímidamente el feminismo de la diferencia y los valores “femeninos” como positivos y Empar Pineda tratando de conciliar desde la afirmación de un movimiento feminista aliado al movimiento obrero de clase. Recuerdo que también leímos las Tesis del Partido Feminista de Lidia Falcón y algunos textos de feminismo materialista que concluía, desde los presupuestos del materialismo histórico, con que la mujer era una clase social; y también nos atrevimos con aquel texto incendiario de las italianas de Rivolta Feminile titulado “Escupamos sobre Hegel” un alegato contra la masculinidad patriarcal y una afirmación del ser mujer y diferente.

Como nos resultaba difícil acordar día y hora entre semana con los distintos horarios de clase acabamos juntándonos las tardes de domingo en las casas de quienes podían ofrecer cuarto y tranquilidad para charlar. Estas reuniones muchas veces de café y pastas consiguieron encandilarnos paulatinamente, lo pasábamos bien. De la teoría feminista pasábamos a la literatura escrita por mujeres y de todo ello, y entre tarde y tarde nos íbamos descubriendo experiencias y comentando nuestras relaciones sexuales, de amistad,  de competencia, con la familia, a veces eran experiencias similares, otras completamente diferentes. Hablábamos de cosas que nos preocupaban, que nos sorprendían, que no entendíamos. Era una manera de situarnos en el mundo y de pensar en común. Empezamos a sentir la necesidad de salir al exterior el 8 de marzo de 1984 con algún cartel que rompiera la monotonía cromática de las paredes de las facultades y así fue o nos surgió el problema del nombre. En aquel momento utilizamos un nombre muy poco original y básicamente explicativo, algo así como Grupo feminista Universitario, o sea que de alguna manera lo primero que hicimos fue identificarnos como feministas para que no hubiera duda.

En el curso del 85, con la efervescencia estudiantil, el proceso de elección a Claustro universitario para la elaboración de los Estatutos de la Universidad tras la aprobación de la LRU la posibilidad de plantear enmiendas al anteproyecto aunque solo fuera para poder decir algo feminista en público, nos planteó la urgencia del nombre hasta que encontramos en de Lisístrata que nos pareció muy sonoro y tenía contenidos simbólicos adecuados. Para quien no lo sepa Lisístrata es el título de una comedia griega de Aristófanes que cuenta como en el marco de la guerra entre Atenas y Esparta se establece una alianza de mujeres de los dos estados para acabar con la guerra y la ausencia de los hombres en administración de los asuntos del hogar y la polis, la ciudad. La alianza se consiste en hacer al mismo tiempo una huelga sexual y huelga de tareas domésticas. Por ello Lisístrata aúna la simbólicamente en la teoría y la práctica, la lucha y el pensamiento feminista con la defensa de la convivencia pacífica y la resolución no violenta de los conflictos.

Aquel año trabajamos intensamente el tema de los contenidos sexistas de las carreras Universitarias, Leíamos todo lo que aparecía sobre estudios de mujeres. Recuerdo que Adrienne Rich y su libro Sobre mentiras, secretos y silencios nos iluminó enormemente. La elaboración conjunta del texto de defensa de nuestra enmienda feminista a los estatutos universitarios fue un logro, nos quedó un discurso bastante rico, contundente  y analítico, al mismo tiempo muy irónico hacia la supuesta progresía de los 1000 claustrales. Fue un logro que nos emocionó y nos hizo crecer, además de darnos a conocer. Aunque manteníamos las Delegaciones de estudiantes para guardar cosas los espacios de reunión fueron cambiando: posteriormente vendrían las reuniones de los sábado tarde en algún bar tranquilo de “la zona” por las calles cercanas al puente de los gitanos, después en el local del frente Feminista y en la Federación de Barrios de San Vicente de Paúl y finalmente en la trastienda de la Librería de Mujeres en la calle Maestro Marquina, sin dejar de mencionar el bar la Pluma en el Caso Viejo, también un lugar de encuentro.

¿Que tipo de evolución y trabajo ha desarrollado Lisístrata?

La actividad del grupo se desarrolló en dos vertientes. Por un lado, un trabajo continuado durante el curso basado en debates internos y su posterior difusión en el ámbito universitario mediante la organización de tertulias, conferencias, vídeos, películas, etc. Sexismo y Universidad, enseñanza-educación, agresiones y violencia, sexualidad, lesbianismo, mercado laboral, prostitución, literatura de mujeres, nuevas tecnologías, técnicas de reproducción, publicidad, tendencias de feminismo, antimilitarismo y guerras, insumisión al ejercito, emigración y mujeres del Sur etc.

Por otro lado, un trabajo de sensibilización pública que junto a las tertulias periódicas, se concretó en la organización de Jornadas y en la realización de Seminarios y Talleres tanto en el ámbito universitario como en CEPs, (para formación de profesorado), en Institutos, escuelas, casas de Juventud y en el ámbito ciudadano a través de la Librería de Mujeres.

Las primeras Jornadas organizadas por el grupo fueron sobre Mujer y Universidad, allí profundizamos y discutimos sobre nuestra discriminación en las ciencias, la historia, la investigación, contamos con la presencia de Mary Nash, Mª Ángeles Durán, entonces dirigían en Barcelona y Madrid respectivamente, los únicos seminarios de investigación sobre las mujeres en la universidad española, fue todo un lujo. Realizamos posteriormente otras con otras temáticas como fueron las Jornadas sobre la Mujer en Latinoamérica, con la asistencia de mujeres nicaragüenses y otras sobre las mujeres en países del sur. El Seminario de Historia y Feminismo realizado en la Librería de Mujeres durante cuatro meses nos introdujo en labores más metódicas y de investigación. El éxito de la empresa permitió repetir la experiencia en diversos cursos impartidos en los dos Centros de Profesores (CEPS) existentes en Zaragoza.

Hacia el año 90 recuerdo que por iniciativa de Ana Mastral se nos metió en la cabeza escribir un libro de la historia de Lisístrata y pedir subvención a la universidad para que nos lo publicara. La cosa al final por diversas circunstancias personales no pudo llevarse a cabo pero lo que si logramos fue sistematizar un poco el tipo de actividad realizada nivel interno de reflexión-investigación y a nivel de activismo externo. Llegamos a elaborar una cronología evolutiva que hoy me sigue pareciendo bien:

 

  • 1983-85 etapa de Fundacional y de consolidación. Mucho debate interno y darse a conocer con trabajo en los Estatutos universitarios desde la perspectiva del sexismo en la Universidad.
  • 1985-87. Trabajo de sensibilización hacia el exterior. Realización de Tertulias.
  • 1987-89. Nuevos temas. Proyección ciudadana con la realización del Seminario de Historia en la Librería de Mujeres. Planteamiento de alternativas al feminismo en la ciudad. Propuesta de Asamblea de mujeres de Zaragoza.
  • 1989-91. Formación del colectivo de lesbianas. Trabajo en temas de y el antimilitarismo, insumisión al ejercito. La mujer y las guerras. Intento de ampliar el grupo con organización de asambleas de mujeres universitarias.
  • 1991-93. Conmemoración de los 10 años despedida y cierre hasta su nuevo resurgir dos años después y hasta el año 99.

 

Junto a toda esta actividad Lisístrata mantuvo un activismo constante en relación con otros movimientos sociales de la ciudad y participando en el Feminista de Zaragoza con la organización de los 8 de marzo y participación en Jornadas feministas estatales (Barcelona 1985. Santiago de Compostela 1988. Madrid 1992). Durante estos años son muchas las mujeres que han pasado por el colectivo. Se fue renovando con las más jóvenes que se integraban en el grupo mientras las “viejas” seguíamos caminos fuera de la universidad. Se formaron grupos de trabajo puntuales como el de Malos Tratos para optar con proyectos a la Casa de Acogida de Zaragoza. También hay comisiones específicas como la de Lesbianismo con un trabajo de investigación sobre el tema.

También el núcleo que participó con protagonismo en la organización de las I Jornadas de Memoria de Mujeres en el año 1992 en la Casa de la Mujer donde, por primera vez en esta ciudad, se hizo una exposición documental del movimiento de mujeres en Zaragoza.

Cada momento en la evolución de Lisístrata vino marcado por el interés y voluntad de las jóvenes que forman parte del mismo. Creo que no ha habido nunca una definición en cuanto a principios comunes o adscripciones a una corriente u otra. Nos ha unido el ser jóvenes estudiantes y el ser feministas “radicales” entregadas al descubrimiento de la raíz de las cosas, desde una aceptación de que había una multiplicidad de feminismos y que podíamos coexistir con nuestras diferencias haciendo cosas interesantes. Proyectos que, claro, unas veces salieron adelante y otras no, dependiendo de las voluntades, de las ganas y las identificaciones del momento  más radicales, menos, más conformistas con la realidad o menos, con más o menos afinidad en el grupo.

Manuela, Sesé, Beatrriz, Alicia, Marirros, Delia, Rosario, Marlis, Nuria, Vicky, Teresa, Esther, todas las Anas (por lo menos cuatro), Elena, Maribel, Maite, Loli Soler -in memoriam-, Eva, las Carmenes, Patricia, Mari Paz, Idoia, Andrea, Clara, Inma, Majo y todas las que desde entornos cercanos nos alentaban y acudían a nuestros actos.

En el colectivo Lisístrata ha habido deseos, ilusiones y un pensar en utopías posibles. Creo que este es un legado que para quien lo quiera, puede merecer la pena recoger y como no, moldearlo a la medida de sus ilusiones y deseos.

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