Todo el mundo lo sabía. La utilización de la agonía de un hombre por motivos políticos: para dejarlo «todo atado y bien atado» se pretendía la reelección de Alejandro Rodríguez de Valcárcel como presidente de las Cortes, prevista para el 26 de noviembre. Con Franco vivo nadie de los franquistas hubiera votado en contra. Rodríguez de Valcárcel se presentó a la votación y, como es fácil de suponer, perdió. Fue elegido Torcuato Fernández-Miranda.
Si estaba todo atado y bien atado, la familia de Franco y su entorno del bunker fascista no se hubieran dedicado a torturarlo hasta límites insospechados. Todos los que dicen que Franco murió en la cama, como excusa moral de que ellos no hicieron nada contra la dictadura, no pueden explicar esta muerte tan atroz.
Franco sobrevivió muchos años porque era el más sanguinario de todos ellos, y el que menos escrúpulos morales tenía, no ya contra los republicanos, la mayoría de los españoles, sino contra los suyos propios. Para Salvador de Madariaga el más alto interés de Franco es Franco, el más alto interés de Charles de Gaulle es Francia. Preston explica que la eficacia de Franco residió “en la despiadada implacabilidad del uso del terror de estado”. Hay que recordar que el nacionalismo que más españoles ha torturado, encarcelado y asesinado es, sin lugar a dudas, el nacionalismo español. Francisco Franco, corrupto desde el primer día, vago, incapaz e inculto no tenía ningún aprecio a ningún español, ni a los rojos, ni a los fascistas. De hecho, con sus atrocidades podría haber rellenado perfectamente un capítulo del libro Elías Canetti: “Masa y poder”.[9]
También hay gente mayor que dice: no sirvió de nada luchar, no se consiguió nada, mandan los de siempre. Vaya mensaje a la juventud. ¡Claro que sirve luchar! Si no fuera por la lucha de la gente, de la clase obrera, de sus organizaciones, de los partidos, de los sindicatos, de las mujeres, de los jóvenes y de los estudiantes, estaríamos todavía en un régimen dictatorial. Las luchas creaban espacios de libertad, ocupando las calles, plazas, institutos, fábricas, universidades y barrios que habían sido de los franquistas durante cuarenta años.
Hay más, murió Franco, pero el dictador pasó a ser Juan Carlos I previo juramento de los principios fundamentales del Movimiento Nacional y la fidelidad al fascista felizmente traspasado al infierno.
El Estado (democrático) no se atreve a hacer actos en recuerdo del 20 de noviembre de 1975. En primer lugar, aún por miedo y en segundo lugar porque muchos políticos y periodistas descubrirían, oh sorpresa, que la dictadura continuó hasta las elecciones de junio de 1977, un año y medio después, y que los ayuntamientos franquistas permanecieron hasta 1979, tres años y medio más tarde.



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