Lo enterraron bajo 1.500 kilos de piedra blanca de Alpedrete, con una sola inscripción bajo una cruz esquemática: «Francisco Franco.” Fue en el Valle de Cuelgamuros, más conocido como Valle de los Caídos. Un monumento fascista que aún hoy pagamos todos. El peso de la piedra es el símbolo de la losa que sufre todavía el Reino de España. (No lo sacaron de allí hasta el año 2019. Una vergüenza más). En el exterior permanecen desde hace muchas horas: falangistas, tradicionalistas, ex cautivos, alféreces provisionales, caballeros legionarios, hermandades de combatientes, caballeros mutilados, viriatos y pides portugueses, guardias de hierro rumanos, croatas, fascistas italianos. Hay camisas azules, negras, pardas, boinas y gorras de todo color. Condecoraciones mussolinianas, hitlerianas, salazaristas, franquistas. Han intentado llenar los 30.000 metros cuadrados de la explanada con sus Cara al Sol, con sus Yo tenía un camarada e incluso con el Oriamendi. Hay que recordar que estamos en 1975 no en 1939.
Una vez muerto continuó el expolio. Empiezan a salir camiones de El Pardo durante esos días y un ministro de la reciente democracia atisbaba el tráfico desde su casa, bien situada y dominando la carretera del palacio.[4] Los robos se sucedieron. Carmen Franco, la hija del dictador, se llevó joyas a Suiza, (algunas interceptadas) y Carmen Polo, la viuda del Caudillo, recibió durante muchos años cuantiosas pensiones del Estado, incluso bajo el gobierno de Felipe González. Franco robó desde el primer día hasta el último y su familia hasta ahora.



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