Inteligencia para concebir, coraje para querer, poder para forzar

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Revista laica para la reflexión y la agitación política republicana

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Del malestar en la globalización al auge de la extrema derecha (III). Geografías del descontento, territorios dejados de lado y perdedores de la globalización.

17/09/2025

Dinámicas sociales y territoriales del giro reaccionario
Desde las ciencias sociales se viene analizando en profundidad este fenómeno de giro reaccionario a nivel mundial. El análisis se hace desde la perspectiva tanto individual, como social y territorial. Es decir, se observa cómo las ideas reaccionarias y discursos de odio cuajan en diferentes perfiles individuales y entornos culturales, así como en determinados contextos socioeconómicos y territoriales.
Se trata de aplicar una perspectiva de análisis que articula las dimensiones económicas, culturales y territoriales del giro reaccionario y la extensión del apoyo a opciones políticas de extrema derecha, utilizando los conceptos de geografías de la desigualdad, geografías del descontento, territorios dejados de lado, o perdedores de la globalización.
En ese sentido, las hipótesis y argumentos que circulan por medios de comunicación, tertulias, entornos militantes o análisis académicos, se refieren a cambios en el electorado desde opciones de izquierdas hacia la extrema derecha, o bien en el giro excesivamente cultural de los partidos tradicionales de izquierda que abandonaron la centralidad económica redistributiva, o que las nuevas generaciones son más individualistas y postmaterialistas, incluso que la globalización neoliberal ha modificado las estructuras sociales hasta el punto de que las ideologías tradicionales y los mapas para interpretar el mundo quedan obsoletos.
Por supuesto, también en la centralidad de la guerra cultural, el control comunicativo y del debate público que llevan a cabo las grandes corporaciones y las empresas tecnológicas influyendo socialmente en la conformación de ideología y valores sociales legitimados.
Todas estas hipótesis tienen capacidad de explicar el fenómeno, al menos parcialmente. No obstante, este artículo se centra en modelos explicativos específicos basados en evidencias y en una combinación de análisis de factores culturales, económicos y territoriales.

Factores económicos, culturales y territoriales del ciclo reaccionario
Desde los años 60 del siglo XX, se evidencia el desplazamiento del conflicto social capitalista desde la fábrica hacia el conjunto de las relaciones sociales. Desde el sujeto obrero al sujeto múltiple, aparecen los nuevos movimientos sociales, la nueva izquierda postmaterial y la clase media urbana como dispositivo político y cultural de estabilización postfordista (Alonso y Betancor, 2017).
En ese contexto, las dinámicas de cambio social y de conformación de las identidades y comportamientos políticos, se analizan con esa articulación de dimensiones:
En primer lugar, hay factores culturales que explican el giro reaccionario a partir de los cambios en la disputa política desde las posiciones más económicas a las más postmateriales (Inglehart y Abramson, 1999). En ese terreno se encuentra la reacción conservadora y la guerra cultural contra los valores progresistas de las sociedades postindustriales. Según Inglehart y Abramson, la revolución silenciosa conservadora se habría basado más en el conflicto cultural entre localismo y cosmopolitismo, y no tanto en el clásico clivaje económico derecha-izquierda. En el contexto de ese conflicto, la tesis de la reacción cultural conservadora de las últimas décadas en Europa y EE.UU. se puede interpretar desde una mayor politización de los valores tradicionalistas, religiosos, autoritarios y nativistas, que habrían impulsado en un primer momento la irrupción de opciones electorales de extrema derecha dentro de la lógica de guerra cultural, movilizando emociones de nostalgia hacia el pasado.
En ese sentido, es evidente que el apoyo a posiciones de extrema derecha se sustenta en la intensificación de valores reaccionarios frente a la diversidad cultural y religiosa (discursos antiinmigración), frente a la diversidad sexual, el feminismo, y promoviendo un nacionalismo autoritario y homogéneo. Mientras que, por otra parte, la pérdida de apoyo a posiciones de izquierda se vería más condicionada culturalmente por la pérdida de influencia del sindicalismo y otras formas de articulación de las clases trabajadoras, desplazadas por la ideología de la clase media y de las ideas y valores progresistas más vinculados a la dimensión cultural e identitaria.
En segundo lugar, la dimensión económica tradicionalmente relacionada con el conflicto de clases se interrelaciona de forma más compleja con el apoyo a la extrema derecha. La pérdida de base electoral de los partidos de izquierda no se explicaría tanto por el giro reaccionario de la clase trabajadora, sino por el anterior giro neoliberal de la socialdemocracia desde los años 90. En el caso del Estado español, la clase trabajadora industrial, el funcionariado público, incluso las personas trabajadoras urbanas menos cualificadas de los servicios siguen optando mayoritariamente por opciones electorales de izquierdas, y especialmente por una mayor abstención, en comparación con las clases medias y altas (Pallarés, Riba y Fraile, 2007) (Mora y Moreno, 2019).
Aunque existe aún debate al respecto, diversas investigaciones en los últimos años constatan que el incremento del apoyo al populismo de extrema derecha en las sociedades europeas y norteamericanas no se explica principalmente por las tesis de la desigualdad económica. No son las rentas más bajas ni las clases trabajadoras su principal apoyo electoral, si bien son estos grupos los que menos participan en las elecciones y los que previsiblemente estarían girando parcialmente hacia opciones reaccionarias en determinados contextos. (Rodríguez-Pose, 2020) (Inglehart y Norris, 2016)
Así pues, desde la perspectiva económica, no es la clase trabajadora la protagonista del giro reaccionario, sino una conjunción de clases directivas y medias, así como determinados grupos sociales descalificados o precarizados entre los cuales no es tan determinante la posición de clase como los procesos coyunturales de declive económico, pérdida de oportunidades y de expectativas socioeconómicas en el contexto de la globalización neoliberal. Lo que se ha popularizado con el concepto de perdedores de la globalización (especialmente en EE.UU. y en Francia), y que implica adoptar una perspectiva territorial más que no estrictamente de clase para una mejor comprensión del fenómeno.
Se puede decir que en las ciencias sociales va tomando forma un giro espacial —como decía David Harvey—, un análisis socioterritorial tanto de los impactos diferenciales de la globalización neoliberal (en el Estado español los efectos de largo plazo del boom inmobiliario y la desindustrialización) como de su relación con los impactos y los patrones de extensión del voto reaccionario, en una interacción propicia al territorio entre los factores culturales y económicos que se han descrito.
En el contexto de la revuelta de los gilets jaunes (chalecos amarillos) en Francia, se popularizaron las aportaciones del geógrafo social Christophe Guilluy sobre la fractura social y territorial, las periferias dejadas de lado, el hundimiento de la clase media francesa y la reacción populista de extrema derecha en esas periferias sociales y geográficas francesas.
Su análisis se centra en los efectos de la globalización y la crisis económica en el desplazamiento territorial y cultural de las clases populares hacia zonas rurales y periurbanas social y económicamente más vulnerables, y el enfrentamiento de estas a las élites económicas metropolitanas, cosmopolitas, liberales y multiculturales.
Su discurso ha sido apropiado políticamente por el populismo reaccionario del “pueblo real”, si bien también ha servido para evidenciar las carencias de la izquierda tradicional (especialmente el Partido Socialista francés) y la necesidad de reformular la política de la seguridad económica y cultural de las clases sociales periféricas más golpeadas por la globalización y abandonadas por la progresiva pérdida de hegemonía de la izquierda (Guilluy, 2019).
En el Estado español, se ha escrito mucho a propósito del declive social, económico y demográfico tanto de la España vaciada más rural como de la España olvidada donde nunca pasa nada de las ciudades medianas y las periferias urbanas (Andrés Cabello, 2023). En el trasfondo, hay una lectura territorial sobre los desiguales impactos de la crisis económica y la reestructuración social del malestar con una base eminentemente espacial del conflicto social contemporáneo (Dioni, 2023). Los espacios rurales, las ciudades medianas y las periferias de las grandes ciudades han sufrido mayores impactos negativos de pérdida de población, pérdida de puestos de trabajo cualificados, menor inversión y mayor deterioro de los servicios públicos, pérdida de competitividad de sus sectores económicos y, por tanto, pérdida de oportunidades y expectativas de futuro.
En ese sentido, desde la dimensión territorial el giro reaccionario está encontrando un terreno fértil en aquellos territorios periféricos del desarrollo económico. Principalmente en aquellos espacios rurales y ciudades medianas donde es más evidente la pérdida de dinamismo socioeconómico y demográfico, la desinversión, la pérdida de competitividad y la mayor carencia de servicios públicos. También las periferias metropolitanas, menos beneficiadas por el crecimiento de las economías de aglomeración urbanas. De algún modo, el giro reaccionario tiene un fuerte componente territorial que se articula con las dimensiones culturales y económicas desde una concepción simbólica periférica y enfrentada a una élite progresista con una supuesta desconexión emocional de esas realidades.
No son aquellos territorios más dinámicos y competitivos, ni tampoco los menos. Sino territorios con largos declives económicos y con desventajas tanto para competir por arriba (innovación, tecnología, servicios de alto valor, finanzas…) como por abajo (agroindustria, turismo masivo, manufacturas tradicionales…) dentro de la economía globalizada y financiarizada (Dijkstra, Poelman y Rodríguez-Pose, 2020).
En Francia las regiones del nordeste que tienen un largo declive industrial y un estancamiento del crecimiento de la renta, como Lorena, Nord-Pas de Calais o Ardenas, han incrementado el apoyo a Le Pen en las áreas urbanas medianas y rurales. En Inglaterra algunos condados del norte en Birmingham, Hull, Sheffield o Sunderland son los de mayor voto al Brexit, a UKIP o a Reform UK, pese a ser aún bastiones tradicionales del laborismo. Es un patrón de declive prolongado, deslocalización industrial y falta de expectativas como se da también en Sajonia y Turingia (antigua RDA), en Silesia (Polonia), Flandes (Bélgica) o Emilia-Romaña (Italia).
En el Estado español serían ejemplos semejantes los territorios de la bahía de Cádiz, el Corredor del Henares, zonas del Baix Llobregat o el Vallès, la antigua cuenca minera leonesa o la zona del campo de Murcia, donde se detectan focos de destacado crecimiento del voto a la extrema derecha, que se pueden interpretar desde la perspectiva territorial de los espacios dejados de lado o espacios que no importan.
La perspectiva socioterritorial permite explicar parte de la complejidad de cómo se está extendiendo el apoyo a la extrema derecha en los barrios populares y de clase trabajadora. Porque la tendencia es a crecer de forma más evidente en aquellos territorios con procesos de declive económico sostenidos en el tiempo de forma progresiva, basados en la poca competencia en la economía desregulada y financiarizada, como por ejemplo el desmantelamiento de la industria pesada (metalurgia, minería, construcción naval…) en Europa y EE.UU. desde los años 80 del siglo pasado, y que no ha sido sustituida por otras economías de impacto similar. Pero también en territorios que se han especializado en modelos de agroindustria intensiva para la exportación o aquellas periferias urbanas con creciente precarización del trabajo en los servicios poco cualificados.
Y además, no en los territorios de menor renta, sino en los de rentas medias con mayor desigualdad interna. No en los de mayor presencia de migrantes, pero sí donde penetra más fácilmente el discurso de miedo y amenaza. En definitiva, aquellos donde se percibe un estancamiento del crecimiento económico y demográfico, pérdida de empleo cualificado (y especialmente manual) y de competitividad internacional. Como en el Estado español, donde la larga y progresiva pérdida de actividad industrial, la crisis del modelo agrario y la transformación en una economía de servicios y turismo, está polarizando el mercado de trabajo, modificando los patrones de emancipación de las personas jóvenes y el empeoramiento de las condiciones de trabajo de la población adulta.
Y finalmente, en términos territoriales hay una correlación evidente entre el apoyo a la extrema derecha en los barrios populares y la mayor desestructuración social, pérdida de vínculos comunitarios, baja densidad asociativa y falta de recursos y proyectos para fortalecer el tejido social en el territorio movilizando los potenciales de reciprocidad y redistribución a través de las infraestructuras sociales. Ese factor, en interacción con el declive económico, es la combinación propicia para la penetración de la ideología populista reaccionaria en los barrios populares.

(Continuará…)

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