Adolfo Burriel Borque. Licenciado en Derecho, fue secretario general del PCE de Aragón, abogado laboralista y fue Diputado en las Cortes de Aragón.
«Casa Emilio», era el restaurante familiar de Emilio Lacambra, militante antifranquista y miembro del PCE, fue un espacio de libertad y dinamización cultural en Aragón. En sus salas se gestaron multitud iniciativas, tanto en la clandestinidad como en ya en Democracia.
Casi todo el mundo sabe que Casa Emilio, ha anunciado su cierre después de la muerte de su propietario, era algo más que un restaurante, que una casa de comidas. Por supuesto, en Casa Emilio se servían comidas, y no faltaban quienes acudían con la sola y sana idea de degustar las judías estofadas, el ternasco, la merluza o la ternera guisada. Pero no es menos supuesto que Casa Emilio, además de un popular restaurante, era una especie de ateneo cultural y social, no por sus bienes materiales, que los tenía (bastaba ver la decoración de sus paredes), sino porque allí se habían fraguado y se fraguaban obras de todas las artes, y se vivieron y vivían hechos que tenían que ver con todas las buenas formas de la cultura y la amistad: libros, música y canciones, líneas y colores, teatro, cine, radio, prensa, debates… Todo pasaba por sus manteles. Y siempre, no dejemos de decirlo, aquel paso se daba en medio de un especial aire de complicidades, encuentros, concordias y buen estar, incluso aunque hubiera desavenencias. A nadie le sería posible poner nombre a todas las personas destacadas y amigas que en Casa Emilio comieron.
En Casa Emilio, sin duda, hubo muchas cosas destacables. De ellas podríamos hablar y nunca terminaríamos de contar los últimos detalles. Por haber, hubo sucesos tan singulares como la creación, entre plato y plato, del I Concurso Municipal de Poesía Amorosa. Pero yo ahora solo quiero dejar constancia mínima de algo que estuvo siempre presente y que forma parte sustancial de los procederes de Emilio Lacambra, el propietario y alma dadivosa del restaurante.
Emilio Lacambra sabía que su casa de comidas era un lugar donde la cultura y la ciencia no debían -ni podían- desligarse de los esfuerzos por la libertad en los años oscuros de la dictadura, ni tampoco del progreso y el compromiso en los años de la democracia. Aunque el restaurante, en los tiempos pasados aquellos, estuviera vigilado por la Brigada Político Social, como lo estuvo, o a él acudieran a comer reconocidos cargos y policías de la dictadura, como acudían. Emilio Lacambra era militante del Partido Comunista de España, y nunca fue ajeno a esa militancia.
Empezaré diciendo para dejar una última constancia de su compromiso que hasta el día en que Emilio fue hospitalizado y acabó muriendo, y aún un día después, Casa Emilio fue el lugar de reunión de la llamada Comisión por la Memoria Democrática, que programaba unas jornadas en contra de los afanes de algunos por enterrar nuestra historia pasada. Sirva este ejemplo de últimas horas para dar pie a otras muchas de sus razones que, en síntesis, apretada, enseguida recuerdo.
En Casa Emilio –que llegó a ser incidentalmente estafeta de propaganda clandestina del PCE- se llegó a reunir el Comité de dirección regional de su partido, tuvieron encuentros militantes de otros partidos de la izquierda aragonesa, huelgas hubo durante las que Casa Emilio cocinaba las comidas de los huelguistas, y hasta se acogió y resguardó –tal como lo digo, se acogió y resguardó- a refugiados que huían de la policía de entonces. Hablo, claro está, de tiempos de la dictadura. Allí tuvo reuniones la Junta Democrática, y la “Platajunta” en los años previos a la democracia, se constituyó la CAUD (Convergencia Alternativa de Unidad Democrática), y por sus mesas pasaron, antes de su puesta en práctica, ideas que luego se convirtieron en realidades, como Andalán o el mismísimo Partido Socialista de Aragón.
En Casa Emilio, ya en democracia, se celebraron –que yo pueda recordar- actos como la presentación de la campaña contra la OTAN (OTAN, debate directo, de Pedro Arrojo), libros como En pie de Paz, o aquel otro de homenaje a Antonio Rosel, el Abuelo del PCE. Allí se hizo pública la Candidatura de Unidad Democrática al Senado, de tan grato recuerdo, se formaron, y firmaron, otras candidaturas al Senado por partidos de la izquierda aragonesa, se acordaron propuestas para programas electorales y se iniciaron campañas por mejorar los servicios de los barrios zaragozanos. Hubo presentación de discos de cantautores aragoneses, y hasta fue el lugar de encuentro de los Brigadistas Suecos en su visita a Zaragoza, se fundó –si no me fallan los datos- la Asociación de Amigos España-URSS, y encontró cobijo para sus discusiones más de un Comité de Solidaridad Internacional. Hasta el todavía entonces ilegal Sindicato Unificado de la Guardia Civil (1986, año arriba, año abajo) celebraba en Casa Emilio sus clandestinas reuniones. En la noche del golpe de estado de Tejero, la del 23-F de 1981, fue en Casa Emilio, y en el piso de encima del restaurante, propiedad del propio Emilio Lacambra, donde estuvo reunido durante el secuestro parlamentario el Comité Regional de Aragón del Partido Comunista.
Solo son pequeños detalles de todo un universo.
Emilio Lacambra, que nunca abandonó su militancia comunista ni en Izquierda Unida, tuvo siempre su restaurante abierto a sus camaradas, y, sepámoslo bien, camaradas para Emilio eran todos cuantos estaban, daba igual el partido en el que militaran, comprometidos con la izquierda. Abierto para comer, y para otras cosas, si al caso vinieran. Antes de Franco, y con Franco ya desaparecido. MCA, PT, Larga Marcha, PCE (i), LCR, ORT, PSOE, Partido Carlista…, movimientos sociales, vecinos, movimientos cristianos, sindicatos, CC.OO., UGT, USO, UAGA… Casa Emilio, un idóneo y hermoso lugar para el encuentro y la amistad, a veces la conspiración, a veces la utopía.
Esta parte de la historia de Casa Emilio, de Emilio Lacambra, que es fundamental en su trayectoria, en la que no me extiendo, y que se aúna a esa –no otra, sino paralela- manera de entender la relación, la cordialidad y hasta la sociedad, no puede dejar de señalarse ahora que Casa Emilio se nos queda para el recuerdo como una referencia de tantas y tantas batallas dadas y, cómo no, en algunos casos ganadas. En el corazón siempre ganadas.
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