El futbolista Lamine Yamal, con apenas 16 años, se ha convertido en el jugador más joven en debutar con la selección española. Al escudo de la federación y la estrella que luce en su camiseta roja, Lamine Yamal acompaña con una serie de símbolos en sus botas que completan su identidad: las banderas de los países de sus padres, Guinea Ecuatorial y Marruecos; las iniciales de su nombre; y un enigmático número 304 que se corresponde con la terminación del código postal de su barrio, Rocafonda en Mataró. Nadie dudó de su condición de español cuando marcó en su partido de debut y se abrazó a Nico Willians. El jugador del Athletic de Bilbao es negro y nació en Navarra de padres emigrantes, como los de Lamine, que atravesaron el desierto desde Ghana a Melilla para saltar la valla. Ambos casos evidencian que la españolidad no tiene nada que ver con el color de la piel, con el dios que rezas, con la lengua que hablas o con tu condición sexual. De la misma manera que nadie dudó durante el franquismo de la españolidad de Kubala, Puskas, Brabender o Clifford Luyk. El único requisito para ser español o española es que así aparezca en tu DNI. Y, créeme, que el Código civil no exige que te guste el flamenco, los toros, ni siquiera el fútbol.
Lamine o Nico jugaron de niños en el patio del colegio con sus amigos. Se pedían la pelota en la misma lengua. Salieron juntos por el barrio. Y seguro que a ninguno de la pandilla se le pasó por la cabeza llamarlos extranjeros porque sus padres lo fueran. Ahora imagina por un momento que Lamine o Nico se casa con una española, blanquísima de piel y con ojos azules. Que tienen un hijo que también se casa con una española, blanquísima de piel y con ojos azules. Y que éste tiene un hijo que se casa con una española, blanquísima de piel y con ojos azules. ¿Alguien dudaría de su españolidad? ¿Alguien se atrevería a decir que no es español porque sus bisabuelos nacieron en África, o porque fueran musulmanes, o porque fueran negros?
Sin embargo, no utilizamos esta lógica aplastante cuando hablamos del periodo más extenso de nuestra historia: Al Ándalus. Es cierto que entonces no existía España como Estado, hecho que ocurre en la primera mitad del siglo XIX. Pero aceptamos con normalidad considerar hispano a Séneca, a los godos y visigodos que vinieron de centro Europa, o a los mismísimos Carlos I o Felipe V, primer Austria y primer Borbón, uno nacido en Gante y otro en Versalles, ambos de padres extranjeros. ¿Por qué no decimos lo mismo de los califas cordobeses que nacieron aquí de padres, madres, abuelos y abuelas peninsulares?
El primer califa de Al Ándalus, unidad política autónoma en la península junto a los reinos del Norte, fue Abderramán III, un hombre de pelo rojo, de piel sumamente blanca y de unos ojos tan azules como el cielo. Heredó el poder de su abuelo, siendo hijo de una concubina navarra de nombre Muzna. Le sucedió su hijo Al Hakam II, que tomó de su padre el cabello pelirrojo y la tez clara, porque sus ojos oscuros se debieron a su madre, una cristiana andalusí llamada Maryan. Continuó el califato su hijo Hixem II que fue parido por Subh, otra concubina navarra que ejerció de regente de Al Ándalus mientras éste fue menor de edad convirtiéndose en la mujer más poderosa de la Tierra. Los cronistas de la época describen a Hixem II con la piel clara, ojos azules, pupilas grandes y negras, rubio, barbilampiño y rechoncho. En otras palabras, más parecido a Carlos IV que a Sandokán. Y, por supuesto, tan hispano y europeo como Yamine Yamal o Nico Willians. ¿Por qué entonces se siguen estudiando en nuestros libros de historia, cuando se estudian, como extranjeros?
El concepto de españolidad se ha construido contra el distinto a partir de la conquista de Al Ándalus. Esa es la clave. Con arreglo a esta construcción ideológica, completamente alejada de la realidad, los reinos de Castilla, León, Asturias o Aragón son considerados hispanos por cristianos, aunque hablaran lenguas distintas entre sí y se llevaran a matar. Por el contrario, no sería hispana Al Ándalus por musulmana, aunque habitasen ciudadanos de distintas confesiones, lenguas y razas. Una vez conquistada Granada e impuesta la uniformidad religiosa (que no la política, la jurídica o la lingüística), expulsaron y persiguieron a los judíos, a los moriscos (musulmanes conversos), a los protestantes, a los gitanos o a los negros, hasta hacerlos desaparecer de nuestra memoria colectiva y convertirlos en extraños. Si preguntas a cualquiera por la diferencia entre un árabe, un moro, un andalusí, un sefardí, un mozárabe, un mudéjar o un morisco, es probable que la respuesta sea: “no lo sé, alguien que no es de aquí”. La cepa del mal se encuentra en la ignorancia de nuestra propia historia, a pesar de que sea tan nuestra y tan propia como la vena yugular.
Hixem II no es hispano porque su madre, su abuela y su bisabuela fueran cristianas del norte. Tampoco es hispano porque fuera rubio con los ojos azules. No. Hixem II es hispano porque era cordobés y forma parte de la historia de la península, con el mismo o más derecho aún que Viriatos, Pelayos, Austrias o Borbones, aunque fuera musulmán y hablase en árabe. Por cierto, la misma lengua que pone nombre al Raval o a las Ramblas de Barcelona, a la ciudad y a los patrones de Madrid, a Alcalá de Henares, a Guadalajara, a la sierra de Albarracín, a tantos pueblos, ríos o montañas de la península, y, por supuesto, al jugador español más joven en debutar y marcar con la selección de fútbol: Lamine Yamal.
Magnífico artículo, lo que no te enseñan en las escuelas.
Contundente y aclarador artículo.
Como siempre nos haces reflexionar y aprender.
Gracias por compartir tus conocimientos.
Claro cuando naces en un territorio eres de allí aunque tus padres vengan de otro territorio o país.
Una de mis hijas es valenciana y otra andaluza. Las dos españolas pero de distintas comunidades. (Ojo que también te marginaban por ser andaluza)
Yo nunca lo he dudado el problema es cuando tú impones unas señas de identidad como galante de limpieza del país al que perteneces. Desgraciadamente a ellos por su color de piel, raza y religión se les margina.
Tienes toda la razón. Nos han quitado nuestra identidad, ya es hora de recobrarla recuperando la memoria
Fundamentado, cristalino, con verdades.
Absolutamente de acuerdo. Personas con 5, 6, 7 o más generaciones detrás suyo, todas nacidas en la península, pero esos no son «hispanos», ya no digamos «españoles», pero advenedizos que han venido a reinar desde el extranjero, de padres extranjeros, esos sí son españoles… 😛
Clasismo y racismo, todo en uno.
Perdemos mucho, por no conocer ni siquiera quien somos, y de donde venimos, esta es la verdadera historia de España.