Nací y crecí en un pueblo andaluz fuertemente imbuido por el nacionalcatolicismo español. No se podía faltar a misa de domingo, había que bautizarse y hacer la primera comunión, acompañar a los pasos en Semana Santa, casarse por la iglesia y morir con la extremaunción. No cumplir con estos mandamientos suponía ser un rojo, un hereje y un mal español. A mí me costaba entender esta ecuación porque tenía amigos costaleros que eran abiertamente agnósticos. Andalucía es así. Todavía las mujeres entran a las bodas y a los entierros, mientras sus maridos se quedan en la puerta de la iglesia con los brazos cruzados esperando a que termine el cura. ¿Qué se esconde detrás de este comportamiento? ¿Acaso son malos españoles? ¿Todos son rojos? ¿Herejes? ¿Ateos? ¿Machistas?
Ahí está la clave: no hablamos de historia, sino de ideología. La palabra “reconquista” se incorpora al diccionario de la RAE en 1936 en estos términos: “recuperación del territorio español invadido por los musulmanes y cuyo epílogo fue la toma de Granada en 1492”. Como explica el Profesor Alejandro García Sanjuán, esta “idea de recuperación del territorio español invadido implica dos cosas: que España ya era una entidad existente en el momento de la conquista islámica y que los musulmanes habían arrebatado de forma ilegítima el territorio a los españoles”. Así pues, el concepto responde a una construcción ideológica para sustentar una concreta noción de España que parasita del catolicismo. Lo mismo que ocurre cuando suena el “himno nacional” al procesionar una imagen: ser católico es ser español y viceversa.
Pero esta idea no se sustenta con el más elemental rigor histórico.
Primero, porque España no existe como nación, ni como noción, antes de la conquista peninsular por los denominados “árabes”. De hecho, el concepto nacional de España se construye con el constitucionalismo del siglo XIX. Así pues, no se puede “reconquistar” lo que no existía.
Segundo, porque Al Ándalus fue una realidad caleidoscópica, diversa, compleja, y no uniforme durante sus siglos de vigencia. También desde su inicio. No sabemos con certeza quiénes eran y de dónde provenían aquellos árabes que “invadieron”. ¿Hubo norteafricanos? ¿Pudieron ser también visigodos? ¿Qué banderas llevaban? ¿En qué lenguas hablaban? Lo que sí sabemos con certeza es que no “nos” invadieron, sencillamente porque no existía un “nosotros” de entonces. Existió una conquista en los mismos términos que conquistaron romanos o visigodos la península, así como una posterior arabización e islamización de la mayoría de la población nativa. Sin embargo, en los libros académicos no se dice que los romanos o los visigodos “nos” conquistaron, y sí que nos “romanizaron” o “convirtieron al catolicismo”. Incuestionablemente, la condición de árabe o extranjero no se sostiene durante ocho siglos. Por supuesto que hubo una penetración de poblaciones árabes y norteafricanas durante todo este tiempo, igual que en su momento las hubo de fenicios, griegos o cartagineses, y hoy las hay de mil etnias y mil culturas. Pero lo que siempre hubo fue una población autóctona, nativa, que se arabizó e islamizó en su mayoría, junto con minorías judías y cristianas que igualmente permanecieron. Y tan hispana era esta población como aquellos que llegaron y sus descendientes.
Tercero, porque la diversidad y complejidad andalusí estaba incardinada en una sociedad medieval igualmente diversa y compleja. No sólo porque coexistieran personas de diferentes etnias, religiones, lenguas y culturas, que terminaron abrazando una sola cultura de culturas, la andalusí. Además, se dieron relaciones diplomáticas, comerciales y culturales entre Al Ándalus y los reinos “cristianos”, mientras éstos se llevaban a matar entre sí.
Y cuarto, porque el proceso de conquista castellana y aragonesa, especialmente tras la conquista de la Bética, no concluye con la caída de Granada: todavía quedaba Navarra, Canarias o Melilla, si tomamos como referencia la actual España. Tampoco formó parte del mismo Portugal y, asombrosamente, excluimos de esta historia a la conquista de América. Luego no existe el presunto cordón umbilical entre la Hispania romano-visigoda y la España “reconquistada”. Son dos conceptos y dos realidades políticas e históricas distintas. Aquellos conquistadores no eran descendientes de astures, como si fueran los legítimos herederos de una corona visigoda que tampoco era la suya y que, por la misma lógica que aplican a los “árabes”, sería igualmente extranjera. Los reinos cristianos se forjaron a partir de entonces. Castilla no existía al tiempo de la formación de Al Ándalus, luego difícilmente podría reconquistar lo que nunca pudo ser suyo.
La noción de “Reconquista” se construye artificialmente en el siglo XIX, una vez perdidas las colonias de ultramar, para fundar la “nación española” cosida al catolicismo como religión de Estado. Un elemento común que vertebrase el Estado frente a los nacionalismos de pueblos periféricos que, siempre habían existido, y que en este momento de crisis reivindicaban su reconocimiento. Lo que llama la atención es que la RAE en su versión actual siga utilizando esa terminología rancia con la misma carga ideológica: “Recuperación del territorio hispano invadido por los musulmanes en 711 d. C., que termina con la toma de Granada en 1492”. Ni se recupera lo que no se tenía, ni los musulmanes son extranjeros. Tan hispano era Averroes siendo musulmán como Maimónides siendo judío. Y no se puede reconquistar Madrid, por ejemplo, porque fue fundada en Al Ándalus.
Reconquista como cruzada contra herejes y extranjeros, fue la misma coartada ideológica que utilizó el franquismo contra rojos, ateos y masones. Creíamos que la restauración democrática supondría mandar todos estos prejuicios a la papelera de reciclaje. Sin embargo, el populismo neofascista lo ha resucitado en esta batalla cultural contra el diferente, eso sí, siempre que sea pobre. No existen los mismos prejuicios racistas y xenófobos contra un jeque o un futbolista africano de élite. De ahí la necesidad y la urgencia de desechar el término “reconquista”, incluso frente a quienes lo configuran como un significante neutro. No es verdad. Los mismos que hablan de “reconquista” comparten su desprecio al catalán como lengua o al republicanismo como forma política de Estado. Así pues, no se trata de un concepto histórico, sino político, asociado a una noción de España que para nada tiene que ver con la plural, diversa y democrática en la que vivimos.
Em relação ao Sul de Espanha poderá dizer-se que foi uma conquista, porque aconteceu num período tardio. Note-se que o processo de expulsão dos mouros demorou 7 séculos!
No início foi realmente reconquista, tratou-se de os povos descendentes de visigodos e populações autóctones romanizadas, com capital em Toledo, recuperarem o território de onde haviam sido expulsos pelos mouros. Começou com a batalha de Covadonga numa luta chefiada por Pelayo.
Tal processo decorreu entre 718 ou 722 (data provável da Batalha de Covadonga, liderada por Pelayo das Astúrias) e 1492, com a conquista do Emirado de Granada pelos reinos cristãos. O controlo progressivo da península possibilitou a fundação de novos reinos cristãos, como o Reino de Portugal e o Reino de Castela, precursores de Portugal e de Espanha.
Houve avanços e retrocessos. Portugal terminou sua Reconquista cercade 1187.
Penso que o termo reconquista se referiu ao período em que realmente teve essa natureza e se generalizou por comodidade. Mas as palavras são convencionais, desde que se saiba o que se está a dizer e não haja outra melhor e que todos entendam não haverá grande perigo.
Os reinos existentes na Península Ibérica quando os árabes conquistaram aqui territórios eram de bárbaros suevos a Norte de Portugal e visigodos no Norte de Espanha até uma fronteira a Sul de Toledo. Depois havia estabelecidos vândalos e alanos, os alanos na zona da actual Andaluzia. Foram estes que foram inicialmente expulsos, incluindo populações autóctones que se refugiaram nas montanhas marroquinas (Berberes). Em relação a suevos e visigodos pode falar-se de reconquista.
Por favor, lea el artículo
«Crystal clear» como dirian los ingleses.
Subscrevo/Firmo por bajo – con la thesis.
Gracias.
José Saramago
(still alive)
Cristalino y contundente,el nacional catolicismo fascista manipuló la historia,utiliza vilmente a Dios,Patria,Bandera e Himno Nacional para mantener todo el poder y las instituciones en sus manos,eso le supone muchos intereses que les llenan las urnas y los bolsillos,como así mismo imponen leyes y todo tipo de recortes a la clase trabajadora.
Buen análisis de la inexactitud del concepto «reconquista». Además, en mi caso, hay una necesidad de los hispanorromanos de abandonar el cristianismo por la islamización. Durante el siglo VI y VII, estaban hartos de las luchas internas, principalmente alrededor de las ciudades y sus diócesis, de las diferentes sectas cristianas. Si. Para la población campesina, servil, artesana o feudal, no pudieron quedarse al margen. Los hispanorromanos sufrieron esas matanzas, quienes defendieron el el siglo IV y V, la defensa de las antiguas religiones «no del libro».