Inteligencia para concebir, coraje para querer, poder para forzar

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Revista laica para la reflexión y la agitación política republicana

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La reacción a los avances del feminismo

18/07/2023

Parece que no nos entendemos, como si nos encontráramos en una renovada ‘Torre de Babel’. Y es que el feminismo, su mera existencia, tiene la capacidad de suscitar debates encontrados al proponer una sociedad libre e igualitaria transformadora de la estructura social. Pero seguramente no nos entendemos porque lo que se busca es un negacionismo total de la evidente discriminación hacia las mujeres.

Ya sabemos que los avances del feminismo en derechos provocan reacción. En esta batalla cultural en la que estamos inmersxs, los cambios pocas veces gustan a todxs. No gustan a algunos hombres cuando implican una ligera pérdida de privilegios, tan invisibilizados que apenas son conscientes de ellos. Quizá la negación de la realidad sea una salida tentadora. En el fondo es negar la violencia estructural que sufren las mujeres para no sentirse amenazados por una crisis de masculinidad. No sentir rabia es un privilegio, decían las paredes en Chile en las movilizaciones de 2019.

Todo este contexto supone un reto para el avance del feminismo ya que sus logros provocan también una reacción recelosa en sectores de la izquierda que hasta ahora -aunque solo fuera de manera teórica- lo apoyaban. Se sienten amenazados. Algo habrá que hacer para que sigan como aliados, nos dicen. Y esta es una tarea difícil y pesada que añadir al ya ingente trabajo y carga de las activistas y políticas feministas. ¿No sería mejor que este segmento de hombres iniciase un proceso de reflexión y acción propia para avanzar en un feminismo que les liberara?

Es difícil estar en primera línea del activismo y de la política feminista. En los medios y las redes sociales las mujeres están sufriendo mucha violencia y odio. Algunas han tenido que cerrar sus redes para sobrellevarlo. Recordemos el caso de desgaste de Jacinda Ardern, anunció hace pocos meses su renuncia como primera ministra de Nueva Zelanda ‘Para mí ya es hora’…’Ya no tengo energía para otros cuatro años’.

El torbellino de estos meses puede tener como telón de fondo la superación del esquema de feminismo liberal de Betty Friedan, importante en los sesenta y al que siguen adheridas algunas feministas. Un ejemplo sería la medida de exigencia de paridad en las grandes empresas españolas. A no ser que formemos parte de ese pequeño grupo de mujeres privilegiadas, este anuncio nos deja frías. Si las políticas feministas no disputan el poder ni cuestionan las jerarquías, cada vez son menos útiles para nosotras. En un país desigual donde el ascensor social no existe, hace falta algo más que la paridad para levantar entusiasmo. Quizá sea este el problema, que estamos avanzado más de lo que le feminismo liberal nos ofrece. Y algunos de los hombres que hasta ahora estaban cómodos porque no se cuestionaba demasiado su estatus, empiezan a sentirse amenazados (¿víctimas?) por sus avances.

Además, el feminismo cada vez tiene una mayor capacidad impugnadora del sistema. Por eso es tan atacado. Como señala Monserrat Galcerán, filósofa y activista, el carácter de una lucha tiene que ver con los segmentos sociales que la hegemonizan. Aunque pueda haber un segmento del feminismo que vea suficiente avance conseguir el mismo salario para hombres y mujeres y sea su lucha compatible con un horizonte liberal, la mayoría del feminismo, sobre todo el formado por excluidas, precarias y racializadas, no está en esa posición. También porque puede ser un falso debate; la mayoría de los hombres sufren precariedad y de lo que tocaría hablar es de redistribución. Otro enfoque a tener en cuenta es la teoría de Judith Butler que ha puesto de relieve que la razón por la que la mayoría de las luchas feministas tienen una naturaleza anticapitalista es por el carácter heterosexual del patriarcado, una parte integrante del sistema neoliberal. Según ella esta es la razón principal y no el que sus protagonistas sean personas de sexo o razas discriminadas.

El filósofo brasileño Vladimir Safatle destacaba en una entrevista reciente que a veces la lucha de clases es política de identidad, que el feminismo es parte imprescindible de una política de clase. ‘Hay que entender que las reivindicaciones en el área socioeconómica son, en el fondo, las mismas que en el área de racismo, machismo o la homofobia’… ‘… las luchas por el reconocimiento –feministas, indigenistas, antirracistas– son una parte necesaria y decisiva de la lucha de clase (…) lo que Chile muestra es que la lucha feminista consigue su fuerza máxima cuando expone sus dimensiones de lucha de clase’. Para él las luchas por el reconocimiento son fundamentales para la igualdad y la justicia social. Son luchas universales nuevas.

Negar la violencia estructural contra las mujeres es difícil de digerir cuando la realidad nos dice que ha habido más de mil doscientas mujeres asesinadas en España víctimas de violencia de género desde 2003. Pero la negación está calando en algunos espacios. La reacción ha encontrado un nicho de descontento y lo explota: el miedo actúa y nos lanza al conservadurismo. Decía Theodor Adorno que ‘La gente no está siendo engañada, la gente quiere ser engañada’.

Depende, porque vivir engañadx y ajenx a la realidad supone un problema para nuestro desarrollo humano y nuestra inteligencia. No todo el mundo lo quiere. Zapatero nos hablaba de su experiencia en un programa de la TV pública: ‘Me declaré feminista hace tiempo y tengo una enorme gratitud, (el feminismo) hace mejores personas, da otra sensibilidad. Porque la discriminación (contra las mujeres) es la mayor de la historia. Haberlo comprendido y estar del lado de la no discriminación y de la igualdad te hace mejor persona. Eso sí que es la libertad’. Ojalá que muchas personas disfrutáramos y ansiáramos esta experiencia. Seríamos humanas de verdad.

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