Toda federación dictada desde un centro será una manera nueva de uniformismo
Gabriel Alomar
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Gabriel Alomar nació el 5 de junio de 1873 en Palma de Mallorca, en una época donde Cataluña bullía de cambios sociales y culturales. Criado en una familia acomodada, Alomar se vio inmerso desde muy joven en un ambiente donde la cultura y la política formaban un diálogo constante, forjando así las bases de su posterior ideología. Desde temprana edad, mostró un interés pronunciado por la literatura y la escritura, influenciado significativamente por el rico patrimonio cultural de su entorno. Esta precoz inclinación hacia las letras se vio fortalecida por su educación, que, aunque, por una parte, tradicional, por otra estuvo impregnada del espíritu progresista y republicano del ochocientos. A través de su tío, Francisco Villalonga, quien había sido alcalde de Palma durante la Primera República, accedería a la biblioteca que éste tenía en su haber conocida por ser la Isla.
A medida que Alomar crecía, su pasión por la literatura y el arte se entrelazaba con un creciente interés por la política. Su mudanza a Barcelona en la década de 1890 resultó ser un punto de inflexión. La ciudad, un hervidero de ideas políticas y culturales, actuó como un catalizador en su desarrollo intelectual y político. En Barcelona, Alomar se sumergió en un ambiente donde el debate sobre la identidad nacional y el papel de Cataluña en España dominaba los círculos intelectuales. Aquí, comenzó a forjar sus propias ideas, inspirado por figuras clave del modernismo catalán y por el ambiente efervescente de una ciudad que luchaba por definir su identidad en un país en transformación.
La trayectoria de Gabriel Alomar, marcada por su multifacética naturaleza, lo estableció como una figura central en el catalanismo de izquierdas. Tras afianzar su ideología en Barcelona, inició una carrera que lo llevaría a ser reconocido como un destacado escritor, periodista y, eventualmente, un influyente político, por ejemplo, en 1919 fue diputado en las Cortes españolas. Fue lo que hoy llamaríamos un ghost influencer. O lo que lo consideró Santiago Valentí, un ideólogo. Como escritor, Alomar se adentró en el ensayo y la poesía, géneros que utilizó para explorar y expresar sus ideales catalanistas y su visión progresista. Su obra “El Futurismo”, por ejemplo, no solo reflejó su interés por las corrientes vanguardistas europeas, sino que también manifestó su convicción en la necesidad de un renacimiento cultural y político en Cataluña.
En el ámbito periodístico, Alomar se destacó por su habilidad para combinar la agudeza literaria con el análisis político. Colaborador de varios periódicos y revistas como La Campana de Gràcia o El Poble Català, sus artículos eran ventanas a su pensamiento, donde defendía con vehemencia la autonomía de Cataluña y criticaba la política centralista de España. A través de su periodismo, no solo informaba y opinaba, sino que también influía y movilizaba, convirtiéndose en una voz relevante en el debate público catalán.
Alomar también incursionó en la política, una extensión natural de su compromiso con el catalanismo y sus ideales de izquierda. Esta etapa de su vida —que lo llevaría de los varios partidos catalanistas de izquierdas hasta su entrada como presidente en la Unión Socialista de Cataluña— no solo evidenció su compromiso con la causa catalana, sino que también le proporcionó una plataforma para poner en práctica sus ideales, buscando un cambio tangible en la sociedad.
El papel de Gabriel Alomar en el catalanismo de izquierdas se distingue por su enfoque innovador y su visión de un catalanismo profundamente entrelazado con los ideales progresistas que esquejaba con la tradición del republicanismo federal pimargalliano. Su ideología política pues, puede ser descrita como una síntesis de catalanismo, republicanismo y socialismo —especialmente explicitada en sus conferencias de 1910: Negacions i afirmacions del catalanisme i Catalanisme Socialista— una combinación que en aquel entonces era tanto audaz como novedosa. Alomar veía en el catalanismo no solo una lucha por la autonomía cultural y política, sino también una oportunidad para implementar reformas sociales y económicas que favorecieran a las clases más desfavorecidas a la vez que abría el debate de la forma de Estado en el conjunto de España.
La influencia de Alomar en el movimiento catalanista de izquierdas fue significativa. A través de sus escritos y discursos, inspiró a una generación de catalanes a considerar la autonomía no solo como un fin en sí mismo, sino como un medio para alcanzar una sociedad más justa y equitativa. Su habilidad para conectar el nacionalismo catalán con una agenda de izquierda atrajo a muchos que buscaban una alternativa al conservadurismo dominante en la política española de la época.
Ya con la apertura de las grandes alamedas republicanas del 1931, Alomar encontraría su cénit y culminación de la obra que había preconizado toda su vida. La amplísima victoria de una unión de fuerzas republicanas, catalanistas y de izquierdas en Barcelona había decantado la balanza en contra de la monarquía. Con ello, en los comicios constituyentes de la Segunda República el mallorquín se convertía en la segunda persona más votada muy cerca de Macià siendo elegido diputado constituyente, De este modo la sociedad reconocía la larga labor de incansable luchador por el bien común y la democracia. Durante este período, y ya al final de su vida combinaría una labor política en el ministerio de educación junto a su buen amigo el ministro Marcel·lí Domingo y posteriormente, como embajador en Italia. Acabaría sus días exiliado en el Cairo para morir en 1941, lejos de su familia y siendo señalado por un informe de la Comisión Depuradora de la Enseñanza franquista por: “Ser separatista. Ser uno de los propagandistas de extrema izquierda más conocidos de España”.
Así, a modo de conclusión, Alomar fue, ante todo, un puente entre mundos: entre el catalanismo y el socialismo, entre la literatura y la política, entre su propia época y el futuro. En un tiempo marcado por convulsiones y cambios, supo articular una visión de Cataluña que era tanto distintiva como inclusiva, nacional y a la vez universal en sus aspiraciones. Aunque algunas de sus ideas y métodos fueron objeto de debate y controversia, su compromiso inquebrantable con sus ideales y su habilidad para comunicarlos de manera efectiva le han asegurado un lugar destacado en la historia.
Hoy en día, su influencia se extiende más allá de los círculos literarios y políticos. Alomar es recordado no solo como un catalanista y un izquierdista, sino como un innovador cultural cuya obra y pensamiento siguen siendo relevantes. En una era donde los debates sobre la identidad nacional, la autonomía regional y la justicia social continúan siendo centrales, la vida y obra de Gabriel Alomar ofrecen lecciones valiosas y una fuente de inspiración.
Reflexionar sobre Alomar es, en muchos sentidos, reflexionar sobre la historia contemporánea de Cataluña y España y sus luchas continuas por la autodeterminación y la equidad. En un mundo que aún enfrenta desafíos en cuanto a la coexistencia de identidades nacionales y agendas progresistas, la figura de Alomar emerge como un recordatorio de la potencia del pensamiento crítico, la pasión por la justicia y la importancia de la cultura en la formación de nuestras sociedades. Su legado es un faro que sigue iluminando el camino hacia un futuro donde la cultura, la identidad y la equidad pueden florecer juntas.
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