Dos modelos incompatibles de intervención con jóvenes en tiempo libre.
Facilitar el ocio de consumo.
Imaginemos un centro juvenil de ocio pensado para adolescentes donde cada mes se hace una reunión, a la que puede asistir quien quiera, para decidir en que actividades se gastan los 1.000 euros que el espacio tiene asignado para actividades. Un día de parque temático o acuático, una actividad de buceo, de multi-aventura, una disco-móvil, una excursión a la nieve… toda propuesta vale. Habrá tantas plazas para realizar la actividad como se puedan ofrecer con esos 1000 euros. Los profesionales del centro gestionan lo decidido, en eso consiste su trabajo. Los primeros que se apunten, una vez salgan las inscripciones, realizan la actividad de manera gratuita.
Este modelo de intervención tiene ventajas:
1.- Democratiza el consumo y se lo facilita a quienes menos tienen. Esto es, facilita que adolescentes de familias sin muchos recursos económicos puedan, si se espabilan cuando se abre el plazo de inscripciones, acceder a poder realizar gratis actividades de ocio de consumo habituales para familias de clase media o clase media-alta.
Alguien con dinero puede realizar la actividad de ocio que quiera. Alguien sin dinero también puede hacerlo, si lo propone y consigue que se acepte en el centro juvenil. Fórmula útil para barrios humildes. Las clases populares también tienen derecho al disfrute del ocio de consumo. Ese sería el objetivo.
2.-Este es un modelo de intervención exitosa. Garantiza que se va a llenar la oferta municipal de actividades para adolescentes. Se va a tiro fijo: “¿qué queréis hacer?, eso organizamos”. Consumo de actividades a la carta.
Es como unos presupuestos participativos (tan de moda últimamente), en este caso mensuales, aplicados al dinero destinado a actividades de juventud: se hace lo que dicen los que van y votan.
Parece novedoso, pero esto de ofertar actividades de ocio de consumo gratuito existe desde siempre, aunque nunca tuvo la posibilidad de contar con una gran cantidad de dinero todos los meses.
3.- Permite a los políticos hacerse fotos con mucha gente joven, en eventos gratuitos pagados por el ayuntamiento. En esta línea estarían, también, los macro-eventos masivos gratuitos con consolas de videojuegos, por ejemplo. Actividades gratuitos de diversión que permiten colocar dos ceros en las estadísticas de «participación» de la memoria anual de Juventud, y muestran una imagen de que el ayuntamiento hace cosas para mucha gente joven.
Educar en el tiempo de ocio.
Imaginemos ahora un centro juvenil de ocio pensado para adolescentes, donde todas las semanas, cada grupo que acude a él, tiene una reunión para decidir qué actividades se quieren hacer… y para prepararlas y organizarlas entre las personas adolescentes que han tomado las decisiones, con un sistema de responsables, de trabajo en equipo, donde las cosas salen si el grupo se implica… Con un presupuesto de 100 euros mensuales, y un acompañamiento educativo que permite que se aprenda cómo poner en práctica las iniciativas que se tengan.
Este modelo de intervención tiene ventajas:
1.- Educa en habilidades para la vida real: en toma de decisiones, responsabilidad personal, trabajo en equipo, convivencia en grupo (al tenerse que reforzar para el logro común de objetivos), hábitos de organización y planificación, y de análisis de la realidad (imprescindible para decidir de manera certera y optimizar los pocos recursos que se tienen), imaginación y creatividad, capacidad de esfuerzo (mediante el cual se consigue llevar adelante lo que se desea)… Además, no genera una falsa realidad de acceso fácil al consumo.
Esto es compatible con que, de vez en cuando, tras un esfuerzo planificado y pactado, (y al que se está acostumbrado) se pueda disfrutar de actividades de consumo gratuitas. Un viaje cultural tras un campo de voluntariado arqueológico, o actividades náuticas tras uno medioambiental, por ejemplo.
2.- Esto también democratiza el consumo. Se facilita a los que menos tienen, mediante su implicación y esfuerzo. Tal y como ocurre en la vida misma.
3.– Este es un modelo de intervención exitosa. Garantiza que se va a llenar la oferta municipal de actividades para adolescentes. Que se echa adelante con aquello que las personas jóvenes deciden, y se materializa mediante la auto-organización grupal con un acompañamiento educativo.
4.– Permite a los políticos hacerse fotos con mucha gente joven. Posiblemente más que otros muchos modelos de intervención.
5.- Educa para poder asumir compromiso social, tras un tiempo desarrollando habilidades en toma de decisiones y en organización, así como en hacer análisis de la realidad, que es necesario para (y previo a) estas.
Aprender a organizar un campeonato de pin-pong o de futbito, o una exhibición de baile, o una excursión… permite posteriormente planificar una limpieza de un espacio natural, la ayuda ante una emergencia… en una organización que trabaje por la mejora social en cualquier ámbito.
Nuestra civilización es el resultado de 8 siglos de participación ciudadana comprometida socialmente. Participación que no consistía sólo en decidir lo que era necesario hacer para mejorar la sociedad, sino en llevarlo adelante desde la ciudadanía organizada. El estado del bienestar que disfrutamos ahora viene de la suma de logros, siglo a siglo, conseguidos mediante ese espíritu emprendedor ciudadano de mejoras sociales (sanitarias, educativas, culturales, laborales, en asistencia social, en derechos humanos, en sostenibilidad).
Todo no es posible.
Estos dos modelos (el de facilitar el ocio de consumo y el de educar en el tiempo de ocio) son incompatibles. No hay dinero para todo, los recursos públicos son siempre limitados: o se contratan educadores en el tiempo libre, o se destina el dinero a actividades de ocio de consumo.
El instituto Valenciano de la Juventud lleva años subvencionando el coste de nuevo personal para los ayuntamientos. Primero fue para contratar gestores. Una vez incorporados estos, ahora, mayoritariamente, se está subvencionando la contratación de personas dinamizadoras, o sea educadoras en el tiempo libre. Para gestionar actividades “votadas” por jóvenes sólo hacen falta los primeros. Con cada uno de los segundos, de no contratarse, se liberarían 2.000 euros al mes para montar actividades decididas por los-as jóvenes.
¿Debemos optar por dedicar dinero a montar actividades de consumo, o contratar a personas educadoras que trabajen en el tiempo libre?
Los primero es fácil. Lo segundo requiere de buenas y buenos profesionales del ocio educativo, que sepan conectar y trabajar con grupos, y que sepan hacer una tarea educativa exitosa. Quizás por ello, el Instituto Valenciano de la Juventud ha empeñado esfuerzo en crear un “Sistema de trabajo en Juventud”, con herramientas y protocolos de intervención. Primero para las personas gestoras, ahora para las dinamizadoras, para que desarrollen una tarea educativa continuada, con grupos de jóvenes a partir de sus intereses.
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