Vamos ganando. Acostumbradas a las goleadas mediáticas de las narrativas machistas, el hecho que se haya abierto camino el tema del consentimiento es una victoria. Esto va de fútbol y no. Va de cómo un tema en teoría ajeno al mundo deportivo, invisibilizado, está ocupando el centro del debate. Lo personal es político, nos diría Kate Millett.
Lo sorprendente en los últimos meses ha sido que después de acontecimientos de gran repercusión, como al beso impuesto de Rubiales a Jenni Hermoso y el caso Alves, el consentimiento haya sido asumido y entendido por una gran mayoría de gente. Sobre todo sorprende porque el fútbol y la judicatura son ámbitos hasta ahora alejados del feminismo. Hablamos del #SeAcabó y la sentencia de Dani Alves. Auténticos avances sociales.
#SeAcabó representa la parte positiva de los avances del feminismo. El beso no consentido de Rubiales a Jenni Hermoso ha tenido respuesta, fue entendido como una forma de violencia sexual: por primera vez en un caso tan popular se apoyaba masivamente a la víctima. ‘Hermana, yo sí te creo’. Hubo una conexión con el sentir y la valentía de Jenni Hermoso; todas en algún momento hemos pasado por una experiencia de agresión y la reconocimos en esa escena. Se plantó cara, todas juntas, rompiendo el silencio y pidiendo reparación.
Mirándolo desde otro ángulo, hay también unas condiciones laborales discriminatorias y una brecha salarial en el futbol femenino respecto al masculino. Diez millones y medio de euros recibió la selección española masculina de fútbol por ganar la Nations League en 2023, frente a los ciento sesenta mil euros de la selección femenina, campeona del reciente torneo de la Nations League 2024. Un premio 65 veces menor que el de los hombres. Desigualdad clara con connotaciones machistas que nos lleva a poner en cuestión si son lógicas y defendibles las cantidades económicas que se manejan en el futbol. Evidentemente no.
Quizá esta reacción tenga que ver también con que la ley del ‘Solo sí es sí’ nació del movimiento de protesta por la sentencia de La manada. Fue catalizadora del sentimiento de indignación de la calle por no ser identificada la agresión como violación. Quizá ahora la calle reconoce la ley y el consentimiento como propio.
Por otro lado, vemos como recientemente ha habido dos formas de tratar un mismo tipo de agresión sexual por parte de la judicatura. Dani Alves ha sido condenado a cuatro años y medio de cárcel, frente a los nueve años para el agresor sexual en Granada. La diferencia: el pago de una indemnización por parte de Alves. Un atenuante por reparación del daño que evidencia una brecha de desigualdad que tiene que ver con la situación económica y social del agresor, lo que marca una situación de privilegio. Aunque no se defienda el punitivismo como solución a la prevención de las violencias sexuales, lo cierto es que la pena reducida de Alves no se corresponde con la gravedad de los hechos cometidos, ya que los mismos le han supuesto el doble de pena al agresor de Granada.
La mujer que interpuso la denuncia a Alves destacaba sobre todo ‘me han creído’. ‘Hermana, yo sí te creo’. El consentimiento está en el centro, se ha abierto paso a pesar de la campaña para ridiculizarlo y que pareciera absurdo.
La sentencia de Alves lo deja claro. La valentía de la superviviente al denunciar a un personaje poderoso, ha hecho posible esta sentencia de la que recogemos una parte:
‘… debe señalarse que ni que la denunciante haya bailado de manera insinuante, ni que haya acercado sus nalgas al acusado, o que incluso haya podido abrazarse al acusado, puede hacernos suponer que prestaba su consentimiento a todo lo que posteriormente pudiera ocurrir. Estas actitudes o incluso la existencia de insinuaciones no suponen dar carta blanca a cualquier abuso o agresión que se produzca con posterioridad; el consentimiento en las relaciones sexuales debe prestarse siempre antes e incluso durante la práctica del sexo, de tal manera que una persona puede acceder a mantener relaciones hasta cierto punto y no mostrar el consentimiento a seguir, o a no llevar a cabo determinadas conductas sexuales o hacerlo de acuerdo a unas condiciones y no otras’.
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